Un recorte de EL DÍA de 1955 fue durante muchos años la única prueba que tuvo Luis Benítez de Lugo de que su bisabuela, Amelia Doria, afirmaba descender de la familia italiana del mismo nombre. Intrigado por conocer sus verdaderos orígenes decidió ordenar y estudiar los documentos que su bisabuela había legado y, tras atar algunos cabos, encontró que no sólo muy posiblemente estaba emparentado con una de las casas nobiliarias más antiguas del mundo sino que existía una herencia a la que cualquier persona descendiente de un Doria podía acceder si acreditaba su linaje.

Amelia Doria Rivero vivió toda su vida en Tenerife. Aquí se nació, se casó, fue madre y falleció llevando una vida sin grandes sorpresas. Sin embargo, en 1928 un banco se puso en contacto con ella para informarle de que existía una herencia a la cual tenía derecho si demostraba su parentesco con la rama italiana que portaba el mismo apellido desde tiempos inmemoriales.

Cabe recordar que los Doria son una familia íntimamente vinculada a la ciudad de Génova, hasta el punto de que varias hipótesis señalan que financiaron parte del viaje de Cristóbal Colón hacia el Nuevo Mundo.

Tras la impactante noticia, doña Amelia consiguió localizar y mantener correspondencia con Giovanni Battista Doria, que venía a ser algo así como un patriarca familiar encargado de todo lo relacionado con el patrimonio de la Casa Doria.

"Inicialmente no la creyeron, o tal vez trataron de desanimarla para que no reclamara lo que le correspondía, pero con el paso del tiempo terminaron dirigiéndose a mi bisabuela como marquesa Doria", explica Benítez de Lugo, que conserva todas las misivas en perfecto estado.

No obstante, los trámites que realizó Amelia Doria se vieron continuamente interrumpidos, puesto que estalló la Guerra Civil española y poco después la II Guerra Mundial. Aún así, consiguió mantener las comunicaciones y tras la gran contienda bélica el patriarca Doria le solicitó que aportara un árbol genealógico que demostrara su origen para poder darle acceso al patrimonio familiar.

"Ella decía que había uno fabricado en piel y que era muy antiguo. En él se recogían la llegada de los primeros Doria que llegaron a Tenerife, pero sus hijos o nietos lo habrían roto jugando. Aunque comenzó a hacerlo de nuevo, falleció antes de terminarlo y todos sus avances quedaron paralizados durante años", explica su biznieto que ha sido el que ahora ha logrado recomponerlo casi en su totalidad acreditando la identidad de cada uno de sus miembros.

Y es que Luis Benítez de Lugo ha conseguido demostrar que los Doria llegaron a Tenerife en 1610. Si hasta este punto la historia es apasionante, aquí entra en juego los hechos más fascinantes, puesto que el joven cree que el primer miembro de su familia que llegó a las Islas lo hizo casi por casualidad tras sufrir un naufragio.

"Todos los Doria siempre fueron almirantes o capitanes; eran gente de mar. El más conocido fue Andrea Doria que e incluso ha dado nombre a numerosos navíos", cuenta Benítez de Lugo antes de relatar que "en uno de los testamentos que ha podido observar se dice que los Doria mandaron dos galeras a investigar por la costa de África, una llegó a puerto pero otra no. Debido a la pena que le dio esta circunstancia, Jacobo Doria dejó en sus últimas voluntades que cuando llegara algún Doria, fuera hombre o mujer, tendría derecho sobre el patrimonio familiar y ordenaba que se conservaran".

Pero volviendo a la investigación, el bisnieto de Amelia Doria ha encontrado en el registro parroquial de Tejina el primer bautismo de un Doria nacido en Tenerife: Leonor Doria Pérez, primer hijo de Luis Doria (posiblemente el náufrago o descendiente de él) y primer miembro de esta dinastía en Tenerife, a la que poco después se uniría su hermano, Miguel Doria que sería el continuador de la casa.

"Se comprueba la autenticidad de su identidad porque en la boda de Miguel Doria actúa como testigo un capitán apellidado también Doria, lo que igualmente refleja el nivel social de la familia. También demuestra que mantenían relación con la familia original, es decir, la italiana", señala Luis Benítez de Lugo.

Pero, ¿qué herencia puede quedar después de tantos años y tantas generaciones? "Yo no iba buscando dinero, sólo quería cumplir el sueño de mi bisabuela y continuar lo que ella inició, pero me he encontrado con que hay palacios en Roma y Génova, el primero con mil habitaciones y el segundo más de cien, navieras, terrenos y dinero. No sabemos la cantidad porque el banco no nos informa, pero hay otra rama de la familia (los Doria - Pamphil) que ya han cogido mil millones de euros, que es la parte que les correspondía".

Aunque pudiera parecer lo contrario, la herencia no ha prescrito, porque entre sus cláusulas se establece que hasta que no aparezcan todos los herederos quedará en espera. "Nosotros ahora tratamos de averiguar si la herencia la tiene el Estado, porque muchas propiedades se intervinieron y se hicieron públicas tras la guerra, o si se les ha dado toda a la rama Doria - Pamphil. De momento lo que sí hemos hecho es pedir audiencia con el actual príncipe (máximo responsable de la Casa Doria) para conocer su parecer y saber cómo hemos de actuar, pero todos los abogados nos dicen que la ley está de nuestra parte", añade.

Y es que aunque ya el apellido Doria no se conserva en las Islas, tanto los herederos de Amelia como de su hermano Ricardo (que ahora son la familia Du-Bolay), están dispuestos a llegar hasta el final. "Nos ha costado mucho saber de dónde venimos, pero la lucha de mi bisabuela aún no se ha conseguido, y ahora que sabemos tantas cosas y que nos hemos esforzado tanto, no nos vamos a rendir. Ya no nos apellidaremos Doria, pero lo somos", sentencia Luis Benítez de Lugo.