Quién iba a decirle a Arantxa Lorena García Barrios que las secuelas de una simple operación de rodilla le obligarían a permanecer inmóvil o postrada en una cama sin poder moverse ni salir de su casa, situada en un segundo piso de la calle Tabona del barrio de Las Granaderas, de Icod de los Vinos, carece de ascensor o montacargas. En catorce años, según confiesa a EL DÍA, sólo ha salido de su hogar y con ayuda de una organización no gubernamental o familiares de su casa, hace ahora casi cuatro, para poder ir a votar en las pasadas elecciones municipales y autonómicas. Su hogar se ha convertido en su propia cárcel o celda, ni siquiera en un claustro porque apenas puede moverse con plena libertad. Forma parte de una familia de tres hermanos y sus padres, ya mayores, con la agravante de que su madre está impedida también, y su padre suele atender las labores domésticas y cuidado de la casa, que es propiedad de su hijo.

Las consecuencias de la operación en la rodilla, conforme narra Arantxa Lorena García, le han impedido moverse desde entonces, no puede caminar. La entrada o salida de la vivienda sólo es posible a través de una escalera, algo vetado para esta joven mujer, porque su movilidad es posible sólo mediante una silla ortopédica que, dadas sus características, impiden que salga a la calle por sí misma. Sin embargo, ese obstáculo se podría salvar colocando un ascensor o montacargas. Explica que "aún no teniendo la silla ortopédica necesitaría un ascensor para bajar o subir".

"Cuatro años sin salir"

Insiste en que "lo más básico que necesito es un ascensor que me permita acceder a la calle, porque ahora mismo ya casi han transcurrido cuatro años sin salir de casa. En estos catorce años he salido tres veces, pero no durante un día completo, sino lo justo para ir a votar. En mi casa vivimos mi hermano, que es propietario, mi padre, mi madre que está en enferma y yo. No dispongo, como sería deseable, de una habitación, sino que duermo en el salón-comedor de la casa, donde, por cierto, paso la gran parte del tiempo. Mi mayor anhelo es poder salir a la calle, disfrutar de un poco de libertad, aunque sólo fuera cinco minutos. Esta situación se hace más difícil en un escenario donde mi padre es una persona mayor y mi madre está muy enferma".

Si bien se ha aludido a las dificultades jurídicas para la instalación del montacargas, para Arantxa todo es cuestión de buena voluntad y de generosidad, porque sólo está en juego una inversión de 18.000 euros para la instalación del tan ansiado ascensor que, de seguro, le cambiaría la vida definitivamente. Sin embargo, esa cuantía es todo un mundo inalcanzable para esta familia icodense con unos recursos económicos muy limitados, pero que, en el fondo -según explica- no es tan imposible, a pesar de la actual situación económica en la que estamos inmersos".

Con gran desconsuelo indica que "me gustaría, al menos, poder sentarme en un parque, en un jardín, charlar con mis amigos o amigas, o sentarme en un banquito junto a mi padre y decirle: Mira aquel señor que pasea a su perro u observa cómo está el árbol hoy, o que se fije en el color de los coches que transitan. Son hechos tan comunes que ocurren durante el día, pero que a mí, por ahora, me ha sido prohibido desde hace catorce años. Mucha gente no se da cuenta de estos detalles, hecho atribuible al trasiego de la vida cotidiana".

Arantxa asegura que ha comunicado su situación al Gobierno de Canarias, Cabildo de Tenerife y el Ayuntamiento de Icod de los Vinos, pero no ha encontrado el apoyo deseado, también ha tramitado la solicitud de la prestación prevista en la Ley de Dependencia. Arantxa se muestra tajante: "No pido dinero, sino que me ayuden para conseguir la instalación de un montacargas en nuestra casa, sólo quiero la libertad de elegir cuándo y con qué personas puedo salir a la calle. Puedo intentar quedar con una organización no gubernamental y que me saque a la calle, por ejemplo, para ir votar, como hace cuatro años. En este caso, yo no estoy decidiendo cuándo salgo, me están imponiendo salir con una persona determinada y para un acto determinado y en un día concreto. La libertad la tengo coartada porque dependo de otras personas, en este caso, tres, para poder bajar las escaleras de la casa".

Asegura que desde hace doce años lucha por conseguir instalar un montacargas en la casa donde vive y advierte de que aún no ve "una solución inmediata, aunque todo esto se me antoja algo parecido al recorrido del sol que llega su cénit y luego se desvanece en el horizonte, al atardecer, o es oscurecido por las nubes".