LA CAPACIDAD que uno tiene para sorprenderse por las extrañas y absurdas decisiones del presidente del Gobierno es ilimitada. Y lo digo porque a este hombre eso de gobernar bien no va con él porque no sabe ni está bien asesorado.

Ahora resulta que el Gobierno que preside el señor Rodríguez Zapatero ha decidido distinguir con la Gran Cruz de la Orden de Carlos III al ex primer ministro marroquí Driss Jettou, cuyo "mérito" principal para España fue disponer la ocupación militar del islote de Perejil, el 11 de julio de 2002, por agentes a sus órdenes, siendo él ministro del Interior de Marruecos.

La decisión de otorgar a Jettou la más alta condecoración civil de las existentes en España -de la que luego, hablaremos- fue aprobada por el Consejo de Ministros celebrado el pasado día 15. Sin embargo, esta concesión pasó desapercibida hasta que el Boletín Oficial del Estado nº 251, del mismo día, publicó el Real Decreto 1302/2010, cuyo texto dice lo siguiente:

"Queriendo dar una muestra de Mi Real aprecio al Excelentísimo Señor Driss Jettou, a propuesta del Presidente del Gobierno y previa deliberación del Consejo de Ministros en su reunión del día 15 de octubre de 2010, vengo a concederle la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III".

Aunque los reales decretos son ratificados por el Rey, desde el año 1983, la concesión de la Orden de Carlos III corresponde al Gobierno.

Como puede apreciarse en dicha disposición, no se hace referencia alguna a los méritos o circunstancias que concurren en el señor Jettou, contradiciendo el espíritu y la letra del reglamento de dicha recompensa.

La condecoración concedida ahora al hombre que dispuso la ocupación de Perejil es consecuencia de la entrevista que el presidente del Gobierno español, Zapatero, mantuvo recientemente en Nueva York con el rey Mohamed VI, tras la campaña de hostigamiento llevada a cabo por las autoridades marroquíes el pasado mes de agosto en la frontera con Melilla contra efectivos de la Policía Nacional y de la Guardia Civil encargados de su control.

La Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, fue establecida por el rey de España Carlos III mediante Real Cédula de 19 de septiembre de 1771, con el lema de "Virtuti et merito", con la finalidad de recompensar a aquellas personas que se hubiesen destacado especialmente por sus buenas acciones en beneficio de España y la Corona. En 1992 se aprobó un Real Decreto donde se fija como objetivo de esta condecoración "recompensar a los ciudadanos que con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos hayan prestado servicios eminentes y extraordinarios a la Nación". Por lo que, llegados a este punto, cabe preguntar ¿qué servicios eminentes y extraordinarios a España ha prestado el señor Jettou para merecer tan prestigiosa condecoración? Disponer la invasión de un islote de soberanía española. Esta injustificable acción provocó un incidente que colocó a España y Marruecos al borde de un conflicto armado. Fueron siete días de máxima tensión hasta que el Gobierno de José María Aznar dispuso, el 17 de julio, que fuerzas especiales del Ejército español recuperaran el islote desalojando a los gendarmes marroquíes que allí se habían apostado. Y esto fue así porque entonces no gobernaba en España el PSOE de Zapatero, ya que este partido siempre ha creído que el ejercicio de soberanía cuando se recuperó Perejil fue un error porque enturbiaba las relaciones con Marruecos. ¡Manda huevos! Esta es la política ambigua, sumisa y cobarde que este Gobierno tiene con nuestro vecino del sur.

Mantener buenas relaciones con Marruecos -y con otros países- es compatible con la defensa firme de nuestros intereses nacionales y, sobre todo, de nuestra soberanía. Y esto ha de entenderlo Zapatero, que no es más que un administrador del Estado. No se puede decir sí a todo para no contrariar a Mohamed VI.

Obsequiar al señor Jettou con la más alta condecoración civil española supone no sólo desprestigiar la propia recompensa, sino a quienes pueden lucirla con la satisfacción y orgullo de haberla merecido. Ahora sólo falta que Zapatero se la conceda también con generosidad, complacencia y buen talante a Chaves, a los hermanos Castro, a Teodoro Obiang, a Peter Caruana, etc.

¿Cómo es posible que teniendo Zapatero seiscientos asesores ninguno tenga la cordura suficiente para decirle que la política internacional no se practica así? ¡Mándese a mudar, ya hombre!