ES MUY FÁCIL confundir autoridad con poder. Es algo muy natural, pues normalmente toda autoridad, para ser ejercida, necesita un cierto poder. Pero, por otra parte, hay personas que tienen autoridad no porque estén investidas de poder o se les haya encomendado una función social, sino porque su manera de ser y de vivir es reconocida y aceptada por los demás.

Aquí nos encontramos con personas que irradian autoridad. No se imponen por su poderío o su fuerza.

Es su vida la que atrae y deja huellas profundas en quienes las conocen o tratan. Autoridad es un término que en su traducción latina significa "hacer crecer", "agrandar", "enriquecer", pues las personas con autoridad ayudan a crecer, nos estimulan, enriquecen la vida de los demás.

Esta autoridad nace de la misma persona, de su honestidad, de su actitud responsable y coherente, de su fidelidad. Ningún poder ni cargo, por importante que sean, pueden sustituirla cuando falta.

A poco que observemos la manera de ejercer la autoridad democrática de no pocos gobernantes en España actualmente, tal vez sea este uno de los problemas más graves que estamos sufriendo. Nadie duda que contamos con personas que tienen "poder oficial", pero no es fácil encontrar personas con autoridad para convertirse en guías y modelos a seguir, que muevan a imitar.

Pero el problema se agudiza, y hasta se hace insoportable, cuando el poder o cargo oficial es desempeñado por unas personas indignas y sin autoridad moral alguna debido a su comportamiento personal.

Resulta, y es comprensible, que los que ostentan un poder oficial pretendan deslindar netamente su cargo público de lo que constituye su vida personal privada. Esto es cierto. Un hombre puede ser fiel a su cargo, aunque no sea fiel a su esposa, y viceversa. Puede cumplir honestamente su responsabilidad pública aunque actué de manera irresponsable en su vida privada. Pero éste no es -ni lo será nunca- el mejor camino para despertar en los ciudadanos una mayor confianza en los poderes públicos y una mayor colaboración con sus directrices.

Para mayor y decisiva aclaración de lo que es la verdadera autoridad y cómo vivirla en la política y fuera de ella, recordemos cómo se despertó en el pueblo judío la administración y el seguimiento a Cristo cuando vió en él a un hombre que actuaba no como los escribas sino con "autoridad".