Cualquiera puede hilvanar razonamientos a favor o en contra del tren del Sur de Tenerife. Resulta posible construir un silogismo del tipo "todas las grandes obras públicas que se acometen en Tenerife encubren inmensos pelotazos", "el tren del Sur es una gran obra" y, en consecuencia, "este proyecto hará más ricos a los que ya se han hecho inmensamente ricos con obras similares". Naturalmente, también es posible ponerse en plan ecologista y repetir la misma deducción cambiando sólo las premisas: "todas las grandes obras que se acometen en Tenerife suponen un gravísimo daño para el entorno natural", etcétera. No obstante, tampoco es imperativo ceñirse a los cánones de la lógica. A día de hoy es posible leer en una publicación digital "la manera en la que se suelen justificar ante la ciudadanía la mayoría de las grandes obras públicas puede decirse que responde a un esquema básico de manual de escuela de primaria. Primero se busca la solución, que consiste en un megaproyecto con un presupuesto inicial enorme que acaba duplicándose o triplicándose, y luego se crea un problema, curiosamente éste no existía hasta el momento que se propone la infraestructura, que justifique que una inmensa cantidad de dinero público deberá pasar a las manos privadas de las grandes empresas constructoras que lideran el proyecto y los subcontratistas locales que son los que acaban ejecutando las obras".

¿No existe en Tenerife un problema de transporte? Para el urbanita que vive en Santa Cruz, posiblemente no. Existía, pero quedó resuelto en gran parte con el tranvía. Una solución ferroviaria, por si alguien no se ha dado cuenta. La otra parte de la argumentación, llamémosla así, contra los proyectos de obras públicas en esta Isla, incluido el tren del Sur, resulta más curiosa, aunque no tanto si consideramos que quienes disponen de tiempo para colgar en Internet razonamientos como este artículo no suelen tener problemas de empleo. Casi todos ellos cobran un sueldo con cargo a la Hacienda pública. Por eso el hecho de que quiebre una o mil empresas les importa un bledo.

En cualquier caso, e inclusive dando por bueno el planteamiento de que en Tenerife no hay que mover una piedra más, ¿por qué en esta Isla y no en Las Palmas? ¿Por qué denuncia Ben Magec al Cabildo de Tenerife por el proyecto de su tren y no al de Gran Canaria por el suyo? ¿Por qué no se puede construir una segunda pista en el aeropuerto Reina Sofía pero sí una tercera en Gando? ¿Por qué supone una catástrofe ecológica cerrar el anillo insular de autopistas en Tenerife, mientras en Las Palmas no cabe una circunvalación más?

Harían bien los ecologistas de Ben Magec en convocar a los medios de comunicación y explicar de dónde proceden sus ingresos. No están legalmente obligados a ello, desde luego, pero les conviene porque así sabríamos qué porcentaje de su presupuesto procede de las cuotas de los afiliados, cuál de las arcas públicas vía subvenciones, si ese fuese el caso, y cuál de empresas privadas, si igualmente fuese ese el caso. Y ya que estamos revestidos de transparencia, tampoco sobraría aclarar si entre esas posibles empresas dadas al mecenazgo ecológico y, consecuentemente, muy sensibles con el deterioro ambiental de Tenerife pero no el de Gran Canaria, hay alguna con oficinas en la zona portuaria de Las Palmas. Y por hoy lo dejo aquí.