"Santa Cruz se merece algo más", clamaba esta semana por teléfono una vecina de la capital tinerfeña, tras conocer la destitución de Ángel Llanos como concejal de Recursos Humanos y de la OMIC. No entendía por qué en el consistorio de la ciudad que la vio nacer pasaban estas cosas y demandaba una explicación a tanto escándalo político como ha salpicado al Ayuntamiento de Santa Cruz durante el presente mandato.

Para atender su solicitud y que se haga una idea de lo que ha sucedido en estos últimos tres años, lo mejor es recomendarle que se remonte al inicio y, más en concreto, al momento en el que Coalición Canaria y el Partido Popular suscribieron el primer pacto y se repartieron el pastel del gobierno de la ciudad. Recordará que Miguel Zerolo distribuyó la tarta con una rapidez inusitada -no esperó a que se hiciera a nivel regional- y con una extraña generosidad hacia Ángel Llanos, quien no supo digerir el trozo que cayó en sus manos. De hecho, el denominado "pibe de Ofra" evidenció enseguida cuáles eran sus verdaderas intenciones.

Ese fue, seguramente, el primer y gran error del alcalde y, pese a que pasado un tiempo pretendió corregirlo a través de una singular fórmula, la medicina aplicada no le dio el resultado esperado. La enfermedad ya estaba bastante extendida y necesitaba de otro tratamiento.

Su iniciativa de formar un gobierno de concentración, del que formaran parte todas las fuerzas políticas con representación en la corporación municipal, no sólo no cuajó, sino que provocó la entrada en su equipo de los dos concejales de Ciudadanos, quienes, al igual que el perro del hortelano, ni comen ni dejan comer. Por un lado, se beneficiaron de ciertas canonjías y, por otro, se dedicaron a ponerle palos en las ruedas de la bicicleta del alcalde con su labor de oposición. Basta con rememorar su postura en la venta de Emmasa, el "caso del Mamotreto" de la playa de Las Teresitas o el Plan General, por sólo citar algunos ejemplos.

La propuesta no sólo no debilitó a Llanos, sino que generó más problemas a un equipo de gobierno que ya de por sí caminaba con bastantes dificultades. Sí sirvió, en cambio, para descubrir las profundas convicciones ideológicas del secretario general del PSC de Santa Cruz, José Manuel Corrales.

Dos años después de haber suscrito el pacto y agotados los paños calientes y las medidas paliativas, Zerolo optó por la cirugía y destituyó al provocador de gran parte de sus desvelos, Ángel Llanos, quien, no obstante, por falta de cintura política, facilitó su defenestración y puso el bisturí en manos del alcalde al nombrar la soga en casa del ahorcado.

Un equipo muy limitado

Zerolo, sin embargo, había cometido otro fallo al inicio del actual mandato, pues se presentó a las elecciones con un equipo políticamente muy limitado y con notables carencias. Prueba de ello, y aunque sólo sea una anécdota, fue el denominado "caso Sarraute", que recorrió toda España en forma de vídeo gracias a que la concejal de Patrimonio dejó patente en un pleno que desconocía qué es una ONG.

Pero es que tampoco desde el punto de vista político, salvo contadas excepciones, los concejales de CC en Santa Cruz han demostrado estar a la altura de las circunstancias. El desgaste sufrido por el alcalde como consecuencia de la tramitación del Plan General se debió, principalmente, a la falta de bagaje de la edil de Urbanismo, Luz Reverón, quien también se vio salpicada por otro escándalo a partir de un viaje a Madrid nunca suficientemente explicado, pero sí convenientemente ilustrado. Por no hablar del Parque Marítimo, que ha estado más de un año cerrado por dejar enquistar un problema sin necesidad.

Otros, como Manuel Parejo -durante muchos años verdadero artífice de todo lo que pasaba en el ayuntamiento-, optaron por hacer mutis por el foro antes de ser devorados por el propio devenir de los acontecimientos.

Ante este panorama y después de sufrir durante casi tres años en sus propias carnes los errores cometidos al inicio del mandato, Zerolo decidió desandar el camino recorrido y a principios de marzo reeditó el pacto con el PP, pero esta vez evitando que Llanos gozara del más mínimo protagonismo y relegándolo a concejal de Recursos Humanos y de la OMIC.

Un acuerdo que, por ahora, sólo sirve para tratar de sobrevivir y evitar que el Ayuntamiento de Santa Cruz continúe en boca de todo el mundo porque el equipo de gobierno carece de apoyos suficientes para poder gobernar.

Esto último, de momento, continúa siendo un propósito, pues los presupuestos del presente ejercicio se aprobaron con seis meses de retraso y el PGO, fundamental para el desarrollo de la ciudad, sigue sin recibir el visto bueno del Ejecutivo canario.

En cambio, la polémica permanece instalada en el palacio de Los Dragos, bien producto de la filtración de informes que cuestionan legalmente el uso del dinero municipal o bien por la destitución de un edil a petición de sus propios compañeros.

Llegados a este punto sólo cabe preguntarse si tan grave fue el pecado cometido en su día como para tener que expiarlo con tamaña penitencia.