Desde hace más de una década, el conejo se ha visto afectado en Canarias –también en otros territorios– por dos enfermedades que han mermado su población: la mixomatosis y la neumonía hemorragia vírica. La primera de ellas está caracterizada por tumefacciones en la piel y membranas, particularmente en cabeza y genitales. Suele evolucionar a conjuntivitis aguda y a veces ceguera. El conejo se vuelve apático, pierde apetito y desarrolla fiebre. En los casos típicos donde el animal no posee resistencia, la muerte acontece de media en 13 días. La hemorragia vírica, en cambio, es una afección de origen vírico-infeccioso. En algunos lugares el descenso en el número de conejos por los efectos de estas afecciones ha sido tan elevado que han impedido la caza. En otros se han hecho repoblaciones con conejos capturados en otras zonas o criados en cautividad. Sin embargo estas operaciones no siempre han dado los resultados esperados, en tanto en cuanto las vacunas diseñadas para luchar contra estas dos patologías no han sido todo lo efectivas que se esperaba. Con todo, en algunos puntos de la Península se ha conseguido aumentar y estabilizar poblaciones de conejos, pero con una dedicación a la causa muy difícil de llevar a cabo en Canarias por las características del territorio.