El director general de Relaciones con las Confesiones, José María Contreras, reconoció ayer que el Gobierno tuvo "la sensación" al principio de que la reforma de la Ley de Libertad Religiosa era "muy fácil" pero ha optado por retrasarla, al descubrir que es un tema "complejo" y que causa "ondas expansivas".

El Ejecutivo ha anunciado que no modificará este año el texto que regula este ámbito desde 1980 pese a que su intención era haberlo hecho antes del verano, algo a lo que le instó el Congreso en mayo.

Contreras forma parte de la comisión que elabora un borrador legislativo que, entre otras cosas, elimina los crucifijos y otros símbolos de los espacios públicos y los funerales de Estado con simbología religiosa.

"Cuidado con la premura, es absolutamente compleja la cuestión; a veces el Gobierno pensó que esto era sencillo, y nos hemos encontrado con que es mucho más complicado y por eso el retrasarlo", ha confesado.

El Ejecutivo, a su juicio, "tuvo la sensación de que esto era muy fácil" porque se trataba de cambiar ocho artículos de una Ley, "pero no es así, esto no es cuestión de una noche", admitió.

"No es algo aislado, es transversal, si movemos algo aquí puede tener una repercusión en el otro extremo, y hemos visto que hay que tener en cuenta todas las ondas expansivas", alegó.

Aunque algunos pueden pensar que da igual prohibir el burka "si se da un paso luego puede venir otro" y, como ejemplo, apuntó que un pueblo español -Cervera- quiere proponer al consejo municipal que no haya mezquitas en su seno. También se refirió a otros temas que pueden generar conflictos, como que se reconozca la Seguridad Social, la nacionalidad o el derecho al desempleo a los ministros de otras religiones.

"Hay que hablar con los partidos políticos y con las confesiones antes de meternos en un lío que traiga un riesgo mayor del que queremos evitar", dijo. Contreras aventuró que "habrá conflictos" si no se soluciona "pacíficamente" esta cuestión.