UN AMIGO, catedrático de la Universidad de La Laguna, me hizo una pregunta muy pertinente, pero de compleja explicación, en el coloquio final de una reciente clase que di en el VI Congreso de Estudiantes de la Facultad de Química de nuestra universidad. Bien por la fatiga o por la hora, no estuve muy acertado en la contestación. Es imperdonable contestar de forma confusa e imprecisa a una pregunta inteligente, por lo que me quedó una insatisfacción que intento ahora paliar, confiando en que, como siempre ha hecho, EL DÍA publique esta nota.

La pregunta estaba relacionada con el hecho llamativo de que, siendo El Hierro la isla más joven de las Canarias, haya tenido una actividad eruptiva muy escasa comparada con la de islas más antiguas, como La Palma o Tenerife. Si nos fijamos en el periodo histórico, este hecho es evidente, ya que han ocurrido varias erupciones en estas islas: 1585, 1646, 1677, 1712, 1949 y 1971 en La Palma, y 1492, 1705, 1706, 1798 y 1909 en Tenerife. En este mismo periodo no han ocurrido erupciones en El Hierro, donde la más reciente es la de Montaña Chamuscada, cerca de San Andrés, datada por radiocarbono en unos 2.500 años. Esta diferencia en actividad eruptiva es aún más clara si extendemos el periodo de tiempo a todo el Holoceno (los últimos 10.000 años). En este caso se han producido decenas de erupciones en La Palma, Tenerife e incluso en Gran Canaria, como demuestra la reciente tesis doctoral de Alejandro Rodríguez González (ULPGC). Es, pues, muy lógico preguntar el porqué, aunque la explicación no deje de ser aún especulativa y sujeta a revisión.

La Palma y El Hierro presentan interesantes peculiaridades en el conjunto del Archipiélago. Las restantes islas han ido emergiendo una a una secuencialmente, de acuerdo con el modelo de "punto caliente", con intervalos entre ellas de 3-5 millones de años. La Palma y El Hierro, en cambio, se han formado de forma simultánea, lo que puede explicar, además de por la mayor profundidad de asentamiento, el largo periodo transcurrido entre la emersión de La Gomera (9-10 millones de años) y la de La Palma-El Hierro (menos de 2 millones de años).

Otro hecho a destacar es que las islas de La Palma y El Hierro parecen haberse formado en impulsos alternantes, como si tuvieran alguna conexión y la actividad volcánica alternara entre una y otra en un proceso de "on-off". En efecto, aparte de que esta alternancia sea evidente en el periodo histórico y aun en el Holoceno, lo es también en el Cuaternario, como demuestran las numerosas dataciones obtenidas por métodos radiométricos (Carracedo, J.C., 2008. Los Volcanes de las Islas Canarias: La Palma, La Gomera y El Hierro. Editorial Rueda). De esas dataciones se deduce que en el periodo comprendido entre los 1,7 y 1,2 millones de años crece en el norte de La Palma el volcán Garafía, mientras la actividad es muy escasa en El Hierro. Cuando el volcán Garafía se desploma, hace 1,2 millones de años, comienza a formarse el volcán Tiñor en El Hierro, hasta que colapsa a su vez, hace unos 800.000 años, periodo que coincide con una menor actividad en La Palma. Este deslizamiento conlleva el traslado de la actividad eruptiva a esta isla, donde se forma el gran volcán Taburiente, que colapsa a su vez hace 560.000 años para formar la caldera de Taburiente y el Valle de Aridane, trasladándose poco después la actividad volcánica a El Hierro , donde se levanta el volcán de El Golfo. Por último, el colapso de éste, hace unos 130.000 años provoca, por una parte, la formación de esta espectacular depresión, y por otra la emigración del volcanismo a la isla de La Palma, donde se levanta hasta hoy la dorsal de Cumbre Vieja, coincidiendo con la fase de escasa actividad eruptiva de El Hierro que ha suscitado esta cuestión.

A los geólogos, para los que es muy importante el factor tiempo, nos encanta establecer en lo posible pautas, tal vez para compensar, como nos gustaría, la imposibilidad de precisar la fecha de ocurrencia de terremotos y erupciones volcánicas. La geología sólo se permite el lujo de definir (más o menos) lo que pueda pasar en el futuro inmediato (en tiempos geológicos al menos unos miles de años, una eternidad a la escala de tiempo humana) analizando lo ocurrido en el pasado reciente. Siguiendo esta pauta general parecería que El Hierro tendría que esperar a tener su próxima fase de crecimiento rápido a que la dorsal de Cumbre Vieja se desplome. Tal hecho es muy posible en una escala de tiempo geológico, es decir dentro de unas decenas o centenares de miles de años (el anterior deslizamiento en la isla tiene 560.000 años, cuando ni siquiera existía el hombre), a menos que este edificio volcánico evolucione hacia una configuración estable. Que no corran los catastrofistas a decir que estoy augurando el desplome de La Palma. Para que tal hecho geológico ocurra, el edificio volcánico de Cumbre Vieja tiene que entrar en una fase aguda de desequilibrio, que se evidenciará sin ambigüedad por una intensa actividad sísmica, deformaciones del suelo, fallas y roturas, hundimiento de las plataformas costeras, etc., señales que se dan por ejemplo claramente en la isla de Hawaii, pero que brillan totalmente por su ausencia en La Palma.

Parece, pues, que la explicación de la alternancia "on-off" de la actividad eruptiva entre las islas de La Palma y El Hierro esté relacionada en términos generales con los sucesivos ciclos de crecimiento-inestabilidad-desplome. Podría deberse al cambio en los sistemas de esfuerzos, que pasen de distensivos a compresivos en los deslizamientos por la pérdida de masa, inhibiendo el volcanismo en la isla colapsada y favoreciéndolo su emigración a la otra. Sin embargo, esta explicación, que implica cierta correspondencia entre ambas islas, es especulativa y dista aún mucho de ser suficientemente sólida.