Yo tenía un sueño, lo tenía todo planeado desde que era chico. Siempre seguí los consejos de mis mayores; saludé con una sonrisa al prójimo y me daba igual que me la devolviesen o no, respeté las normas, fui buen estudiante y aprendí a base de tropezones. Mi sueño era ser profesor de Historia.

Llegó el momento de ir a la Universidad, donde mi pasión por las Humanidades me llevó a matricularme en Historia del Arte, después de que una profesora en COU me mostrara la luz.

No fueron años fáciles para mí. Tras otro momento crítico en mi vida, un día me miré al espejo y estaba vestido de verde, con un fusil en un brazo y lágrimas en los ojos. Cuando un joven universitario y pacifista tiene que alistarse al ejército para poder pagarse los estudios, algo falla en el sistema. Por un momento temí que mi sueño se esfumase, pero durante tres largos años aprendí a estudiar entre guerra y guerra. Otro herida de la que salí fortalecido.

Al fin logré licenciarme, ahora tocaba lo fácil, hacer eso para lo que me había entrenado toda mi vida, y lo había hecho bien, era muy bueno estudiando y los palos de la vida me habían preparado para darlo todo en unas oposiciones. Era el último trámite para lograr mi objetivo.

A día de hoy, me he convertido en un joven formado, con los pies en la tierra y sus ideas claras, que se ve capaz de sacar unas oposiciones para las que se ha preparado durante toda su vida. Hasta este momento creía en la democracia y en la ley, pero ahora la verdad es que no. Pensaba que acceder a un puesto del Estado consistía en esforzarse para estudiar, competir en igualdad de condiciones y ser el mejor. Ahora me río de lo idiota que he sido, qué manera más estúpida de pensar.

Yo no sabía que entre mi sueño y yo no sólo estaba el examen; también estaban los sindicatos de educación que defienden unos principios vacíos de moralidad, y un Gobierno que les permite actuar a sus anchas.

Ahora resulta que, tras una denuncia por parte de los anteriores opositores, los de 2008, el Gobierno, "misteriosamente", se da cuenta de que el sistema es ilegal y se plantea cambiarlo. Hace 8 meses sale a la luz el mal llamado "decretazo" por los sindicatos, y estos se tiran a la calle para pedir estabilidad laboral. Resulta que este decreto, como yo prefería llamarlo, lo único que proponía era que las listas se reelaborasen cada 2 años, y que para entrar en ellas se sacase en el examen un 2,5 de nota. Ante esta situación, los sindicatos alegan que sus afiliados se van a quedar en la calle. Ellos solitos dieron la batalla por perdida, pues daban por hecho que serían incapaces de sacar un mísero 2,5 en un examen sobre los temas que luego les exigen a sus alumnos en clase.

El gobierno cedió ante las presiones sindicales y ahora nos saca un nuevo decreto donde se truncan todas las opciones de los que nos merecemos acceder al sistema. El nuevo decreto ordena las listas en función a cuatro notas: 4 puntos la oposición, 4 puntos la experiencia, 3 puntos los méritos (cursos) y 3 puntos un informe del último año trabajado. Resulta que un joven como yo, que lo ha hecho todo como le han aconsejado, sólo puede optar a un 7, un 4 del examen (suponiendo que saque un 10) y un 3 de los cursos. Lo divertido viene cuando nos damos cuenta de que un interino, dejando el examen en blanco obtiene un 10 fácilmente (4 experiencia, 3 méritos y 3 del informe al que sólo pueden acceder ellos). Además, no nos introducen en listas para el curso que entra, sino para el siguiente.

Y todo esto viene por obtener un puesto en las listas de sustitución, porque lo que es obtener una plaza es imposible si no sacas un 10, pues se valora tanto la experiencia que, aun sacando un 10, pueden pisarte en la fase de concurso los interinos.

El sistema de acceso a un puesto de profesor en la enseñanza canaria está podrido desde la médula. Premia a unos individuos, los interinos, a los que se les ha creado un sistema a su medida, y que no han querido aprovecharlo, que les "regala" la plaza sacando un mísero 3 en un examen, y que con un cero se colocan los primeros en las listas de sustitución. Un sistema que no nos permite a los jóvenes acceder a una plaza por no tener experiencia y que no nos da la opción de obtener experiencia por no poder presentar un "informe" que solo pueden elaborar los que están trabajando. En definitiva, un absurdo que parece que sólo podrá resolverse en los tribunales, pues el Gobierno ha defraudado a más de 10.000 jóvenes votantes que tenían puestos en él la esperanza de acabar con un sistema absurdo.

¿Qué haré ahora? Las esperanzas de que el Gobierno saque un sistema justo las he perdido, las de ser profesor no, lo único que ha cambiado es que mi sueño ahora es ser profesor antes de la jubilación.

Alejandro Y. Machín Clavain

Las casualidades

Al hacer mención al título de este escrito, me estoy refiriendo a aquellos sucesos que se producen sin una intención previa o sin una necesidad de orden natural.

Como esto queda meridianamente claro, resulta obligatoria la sorpresa cuando estas situaciones se repiten con una frecuencia que llega a parecer llamativa. Esto, por supuesto, no quiere decir en modo alguno que se dude de manera absoluta de la posibilidad del acaso o del tal vez.

Uno de nuestros más importantes periodistas de la radiofonía decía no hace mucho en relación con los diferentes problemas judiciales de la actualidad que la justicia no era ciega, que veía por el ojo derecho, sin querer darse cuenta de que ciega no es, que se la representa con los ojos tapados, pero sabemos sobradamente que "el que hizo la ley hizo la trampa" y que la venda que cubre sus ojos podemos aflojarla al gusto.

Cuando tenemos jueces que opinan que el uso por una dama de vaqueros ajustaditos puede justificar incluso intentos de violación por parte de algún que otro salvaje, sin aclararnos suficientemente si unos pantalones de semejante estructura marcando paquete en un maromo autorizan a una señorita a una metida de mano de regular categoría sin petición previa de hora.

Cuando en un juzgado durante una vista se puede oír que no ha habido ensañamiento después de que el resultado de la autopsia señala que han sido más de treinta las heridas ocasionadas.

Cuando tenemos políticos de primera fila que tienen el gancho suficiente como para que la diosa fortuna se quede a vivir en su casa, y les toque la lotería con una frecuencia envidiable sin necesidad de ponerle sus perejilitos a San Pancracio.

Cuando la ruindad, por no hablar de la mentecatez de algunos, llega hasta el extremo de decir que los calvos y los homosexuales están interrelacionados, siendo fases diferentes del mismo problema y lo son por comer aves engordadas con hormonas, de ahí su condición. Olvidando que en el campo, en Bolivia también, las gallinas acostumbran a comer los excrementos de las personas, siendo lógico pensar que a los que comen esos huevos se les llene el cerebro de mierda.

Otra casualidad, calentita y muy próxima a nosotros, está relacionada con el ex presidente de la Audiencia de Las Palmas. El Tribunal Supremo consideró que los hechos que se le imputaban a este señor no eran constitutivos de delito, y por lo tanto lo absuelve, pero el CGPJ, siglas que ustedes saben lo que quieren decir, expulsan por unanimidad al mismo de la carrera judicial por cuatro infracciones muy graves, relacionadas con el no delito anterior. Esto nos obliga a los que somos legos en los temas de justicia, que es el principio moral que inclina a dar a cada uno lo que le pertenece, a quedarnos como mínimo algo, por no decir un mucho, mosqueados.

Aún nos queda una última aclaración y es la de hacer que los que somos ciudadanos de a pie podamos entender el porqué del asunto. Decir que lo que hay que hacer es coger el toro por los cuernos, aunque sólo sea una metáfora, es una memez de tamaño natural que además implica un desconocimiento absoluto de la enorme fuerza que tiene un toro en el cuello, siendo suficiente con ver cómo vuelan algunos toreros en la plaza. Y lo que sería todavía peor es decir de manera chulesca que la cosa tiene su origen en los mismísimos.

Entre las muchas casualidades del momento, casi todas tienen nombre y apellidos, pero no es cuestión de meterse uno en cavilaciones, baste con nombrar a Garzón, Bárcenas, Matas, Camps y todo lo que lleva cada uno aparejado, diferenciando claramente los casos que coinciden en el tiempo, pero no debemos mezclarlos ni revolverlos y sí permanecer expectantes a ver qué otras casualidades nos aportan.

José Luis Martín Meyerhans

Para que cambie "la cosa"

Deseamos que "la cosa" cambie, que se arregle la situación, que vuelva la normalidad. Con estas y otras afirmaciones se pone de manifiesto el deseo de retornar a una situación cómoda y conocida en la que nos encontremos seguros, ya que en ella podremos aplicar lo que sabemos.

Estamos organizados para actuar ante los cambios que consideramos lógicos. Cuando, como es el caso, se produce uno que escapa a esa lógica, no sabemos qué hacer. Es decir, no sabemos manejarnos en esa situación. Lo cierto es que se han perdido dos años preciosos, donde se ha producido la mayor desaparición de empresas y destrucción de empleo.

Entonces, ¿qué pasará si "la cosa" no cambia? Si el entorno que nos toca para los próximos años va a ser más de lo mismo ¿continuaremos lamentándonos? ¿Seguiremos acudiendo al fichero de excusas para justificar los fracasos: el Gobierno, los bancos, los clientes que no compran y los que compran no pagan, el personal...?

Asociaciones empresariales, sindicatos y otros agentes actúan solamente como correa de transmisión de datos para corroborar lo grave de la situación, pero no de un paquete de soluciones. Cabe preguntarse, entonces, para qué sirven y qué aportan con el dinero que reciben. Por ejemplo, ante la desaparición de tantas pequeñas y medianas empresas, ¿no podía haberse arbitrado una política de fusiones? Dos empresas, aisladamente, pueden no ser rentables; entonces, y desaparecen y con ellas su personal, que pasa a engrosar la fila de parados. Si estas dos empresas se hubieran fusionado, ¿la resultante hubiera dado una empresa rentable? ¿No es preferible que la mitad de la plantilla de ambas estuviera activa, contribuyendo las arcas de la Seguridad Social, en vez de que la totalidad esté cobrando el desempleo?

Si esto es así, que puede serlo, cabe preguntarse por qué nuestros gobernantes no impulsan medidas a este fin, creando los cauces y medios que permitan esta continuidad, habida cuenta de que los recursos económicos que habría que destinar se compensarían al no tener que pagar subsidios de desempleo al personal que siguiera trabajando. En fin, creo que es un gran error seguir con métodos conservadores en los momentos en que se precisa audacia.

Como dijo el gran Albert Einstein: "No pretendamos que las cosas cambien si seguimos haciendo lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más los problemas que las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia".

Ricardo González Caballero