EN LAS ALTURAS del Partido Popular están que echan las muelas tras conocer los resultados del último sondeo del CIS. Apenas punto y medio de ventaja sobre el PSOE. Con la que está cayendo, dicen. Tienen razón en que la estimación realizada sobre los resultados brutos de la encuesta desprende un llamativo tufillo a cocina. Pero, aún así, antes de empujar a Pons, el portavoz, a lanzarse a la piscina acusando al CIS de manipulación deberían haber reflexionado un minuto acerca de las noticias que tenían los ciudadanos en los días en los que fue realizado el trabajo de campo de la encuesta. Días en los que Luis Bárcenas, senador cunero por Cantabria, renunciaba a su encomienda de tesorero del PP perseguido por el sumario del "caso Gürtel", la trama de corrupción montada por Francisco Correa y el "Bigotes", socios aprovechados de unos cuantos dirigentes de este partido: concejales, diputados regionales y nacionales y hasta de un eurodiputado.

La gente rechaza la corrupción. Digan lo que le digan los asesores políticos de Rajoy, la economía no lo es todo. En buena lógica, la nula gestión del Gobierno Zapatero para enfrentarse con la crisis debería recibir castigo en las urnas -y así se refleja en las respuestas al cuestionario del CIS-, pero de ahí a inferir que los ciudadanos aprueban o "pasan" de las prácticas corruptas media un abismo. Precisamente porque quienes lo están pasando peor -los casi cinco millones de desempleados- aguzan su percepción acerca del valor de las cosas; es por lo que no pasan por alto la obscenidad que aparejan los enriquecimientos ilícitos. El estudio del CIS revela el profundo descrédito de toda la clase política. Descrédito que procede, sobre todo, de los casos de corrupción protagonizados por políticos de todos los colores. Ya digo, la corrupción pasa factura. Claro que no hay peor sordo que el que no quiere oír.