Resulta inaudito cómo aún hoy tanto Saavedra como Olarte luchan por colocarse la medalla al mérito por habernos incorporado a la Unión Europea de forma plena, sin condiciones. Presumen de ello.

En realidad, si tuvieran talla política, deberían avergonzarse y pedir perdón por no poner condiciones a nuestra incorporación. En Inglaterra, en cambio, sí hubo políticos que protegieron sus islas ante la previsible inmigración que acabaría por ahogar a su sociedad isleña. Para evitarlo no aceptaron la libre circulación de personas y residencia en las islas.

Olarte y Saavedra son culpables, dejemos aparte a Felipe González, de la situación actual donde está claro que estamos en vía de extinción por la llegada masiva de gente procedente de todas partes del mundo y principalmente de España, China, Marruecos y cada vez más gente del África negra.

España ve esta invasión con simpatía ya que acabará con nuestra existencia como pueblo y nación perfectamente diferenciados.

España no sólo nos ha impuesto su Inquisición, su Guerra Civil, sus crisis y recesiones, sino que también ahora pretende que desaparezcamos bajo el cuento de la multiculturalidad, que sí es aplicable, y hasta necesario, en un país como España cuyo crecimiento demográfico vegetativo era cero.

En Canarias, por nuestra parte, teníamos un crecimiento poblacional vegetativo de unas siete mil personas por año, crecimiento muy sano y adecuado a nuestro pequeño mundo isleño, que está siendo aniquilado por la llegada masiva de entre 50.000 y 70.000 personas anualmente, lo que condujo a que nuestra población creciera en 500.000 personas en tan sólo ocho años, tal como ha denunciado en repetidas ocasiones nuestro presidente Paulino Rivero.

También es vomitivo que Olarte insista en querer presentarnos a Adolfo Suárez como digno de admiración y respeto, cuando la realidad es que, presuntamente, ordenó el asesinato de Antonio Cubillo Ferreira, y por consiguiente debe ser objeto de desprecio, ya que nadie nos puede convencer de que fue un crimen de Estado promovido por Martín Villa sin la autorización de su presidente.

Ese crimen de Estado fallido refleja con toda claridad que España no tenía, ni tiene, argumentos para mantenernos como colonia, y por eso recurrió al crimen de Estado.

Antonio Artiles Mejías

Bono y los bonos españoles

Nada descubriré si afirmo que la economía española atraviesa por una gravísima y profunda crisis. Los políticos encargados de las finanzas, sea por el motivo que sea, no acaban de acertar con medidas eficaces que ayuden a emerger del profundo pozo en el que estamos sumidos. Ante esta situación alguna agencia de calificación de créditos ha rebajado la fiabilidad de los bonos de la deuda española. A todo esto hay políticos que, habiendo demostrado su capacidad y bien hacer en su economía particular, se encuentran desaprovechados, pues aun ocupando importantes cargos, éstos carecen de influencia económica. Me refiero, concretamente, al Sr. Bono, presidente del Congreso de los Diputados.

Si este extraordinario economista y político, al que avala un fulgurante y exitoso balance económico, optase por tomar las riendas del carro de la economía española no tardaríamos en disfrutar de sus benéficos efectos, y a las agencias antes citadas no les quedaría más remedio que volver a recalificar los bonos españoles como los más fiables del mundo, devolviéndoles la máxima calificación de la triple A.

Manuel Villena Lázaro

(Granada)