La historia de Ana Belén es como la de muchas mujeres que han entrado en un camino sin salida y del que sólo encuentran una salvación con medidas desesperadas.

Viuda desde hace un año y medio, vive en una casa en Ofra, en la zona del Cigüeñal, en la que "estoy de okupa" con mis tres hijos, después de haber sido desahuciada de otra vivienda cuyo alquiler no pudo pagar.

Pero sus males parece que no tienen fin, pues para el día 14 de este mes afirma que "tengo otra orden de desahucio de esta vivienda, cuya dueña abandonó por tener problemas con un vecino, que también me genera complicaciones a mí y a mis hijos".

Con 38 años de edad, y a pesar de que se quedó viuda, "no cobro ninguna pensión, porque él no trabajó lo suficiente". Ahora vive pendiente de que se acabe a principios de junio el periodo por el venía cobrando una paga de apenas 400 euros", único ingreso en su hogar.

Ana Belén Afonso ha trabajado de dependienta, de cajera de supermercado o empleada del hogar, pero, al margen de que el paro también la ha castigado hace más de un año, el detonante de esta compleja existencia empezó cuando "las cosas estaban bien, y aún tenía un sueldo, pero cuando me fui de vacaciones con mis hijos, cuando regresé a mi casa, me llevé el disgusto de que me lo habían robado todo y, a partir de ahí, ya no pude pagar el alquiler de 500 euros".

Malos tratos

El testimonio de Ana Belén parece no tener fin en su perfil de desgracias, pues narra que "con una pareja con la que conviví también me maltrató", todo en una compleja vida en la que tienen un papel protagonistas una hija de 17 años de edad, otra de diez y un niño de seis años.

La poca ayuda que recibe le llega de la familia o la ONG Sonrisas de Canarias, del Valleseco, que le dan algo de comida, "y gracias a eso vamos tirando".

Sin embargo, el tiempo avanza irremediablemente hacia el día 14 de mayo, cuando deberá abandonar la casa que ocupa, "y ya no sé qué hacer, porque con la crisis no se encuentra nada y ya sólo pienso en meterme en otra casa, porque estoy desesperada".

A pesar de todo, señala que está inscrita en el paro y que espera hacer algún tipo de cursillo para su formación o que le salga alguna oferta de empleo, pero ahora no hay más frontera que "verme de nuevo en la calle, como ya me pasó en la primera ocasión que me quedé sin casa, donde estuve varios días viviendo en un banco y mis hijos se quedaron con mi madre".

Su demanda es, simple y llanamente, "contar con un techo en el que acoger a mis hijos, porque en casa de mi madre ya no podemos estar todos, pues ya están mis hermanos y sus respectivos hijos y parejas. Son muchas bocas para alimentar en un hogar donde no hay trabajo ni dinero suficiente".

Temores fundados

Su temor ahora es que la inestabilidad por la que atraviesa acabe afectando hasta el punto de que los servicios sociales "me quiten a los niños o que se incrementen las amenazas en el bloque de viviendas en el que estamos como okupas", pues explica que hay problemas con uno de los responsables de la comunidad, una situación por la que, confiesa, "quizá también quiero salir de aquí, pero es que ya no veo otra salida que verme desamparada en la calle o encontrar otra vivienda en la que meterme, pues ya no se cómo hacer para seguir esta huida hacia adelante". Pese a todo, intenta mantener dentro de sus posibilidades, "una vida lo más normal posible, procurando que cada mañana mis hijos tengan el desayuno para ir al colegio, y que saquen adelante sus estudios".