Hay mentes que nunca descansan, personas que sienten una imperiosa necesidad de crear permanentemente para encontrar satisfacción y afirmar su lugar en el mundo. Carlos Rey es una de ellas. Se considera "un volcán creativo" y asegura ser "prisionero" de sus ideas. "Si no las desarrollo, sufro", admite este tinerfeño de 46 años de edad que, por fin, tras veinte años de trabajo sin recompensa, ha visto cómo se abre la puerta a una nueva etapa de su vida.

Este "éxito" -así lo califica, pues entiende que el triunfo está ligado al reconocimiento- le ha llegado a miles de kilómetros de su tierra, en el Salón Internacional de Invenciones de Ginebra, que se clausuró recientemente y del que Carlos Rey ha regresado con una medalla de plata y, sobre todo, con la sensación de que los frutos de su creatividad han despertado el interés, no de simples aficionados, sino de profesionales dispuestos a llevarlos a la práctica.

El invento que Carlos y su socio Luis Melián presentaron en la ciudad suiza consiste en un sistema de bielas para bicicletas que permite aumentar el rendimiento en cada ciclo de pedal con un menor esfuerzo del ciclista. "Si sumamos los miles de ciclos de pedal de una competición, la eficiencia energética mejora muchísimo".

Pero las aplicaciones de este invento van más allá de lo que sus propios promotores habían imaginado. "Un señor que tenía limitación articular en el fémur nos dijo, emocionado, que podía volver a coger la bicicleta, y nos descubrió este uso ortopédico", relata Carlos Rey.

La participación en la edición 2010 del salón de Ginebra supone un punto y aparte en la trayectoria de este creador vocacional, que hasta ahora ha ideado muchos inventos, pero "ha sido como echarlos en saco roto", se lamenta. Entre ellos figuran un sillón para bicicletas de aire comprimido, un aparato para cortar limones de forma diametral, una culata rotativa para motores de cuatro tiempos, un helicóptero sin rotor de cola, un "boogie" motorizado o un chaleco antihipotérmicos, invenciones que no han podido materializarse, comenta, debido a la falta de apoyo. "Para comercializar algo, por bueno que sea, necesitas un respaldo, y yo no lo he tenido", dice.

Ahora, en cambio, más de diez empresas y profesionales de diferentes países se han interesado por lo que han visto en Suiza: hospitales, fábricas de bicicletas y de piezas, consultores e ingenieros. "Estoy encontrando mi lugar. Siento que mis resultados creativos sean amparados por otra bandera, pero tengo que vivir y aquí es imposible. Como dice Antonio Gala, la casa de uno no es donde vive, sino donde lo esperan", apunta.

Aunque Carlos Rey considera que en Canarias se penaliza la creatividad cuando se sale de los cauces oficiales, prefiere no extenderse en críticas hacia la indiferencia institucional. "Cuando vuelas, los obstáculos los ves muy abajo", señala.

"Quiero seguir persiguiendo sueños y vivir de mis ideas. No pretendo hacerme millonario, pero no me hace ilusión pasar hambre, y ya he pasado bastante. Lo he pasado mal por ser como soy, y no quiero renunciar a mi esencia. Los sueños hay que respetarlos y perseguirlos incluso en la adversidad. Ahora, sumando ideas he multiplicado ilusiones. No he estado equivocado, aunque me lo han hecho creer", argumenta.

El cambio que ha representado el paso por Ginebra ha llevado a Carlos a "recuperar autoestima", después de una década "sin una sonrisa en la cara", y confía en que, a partir de ahora, su vida se desarrolle en consonancia con sus capacidades y aspiraciones.

No es la primera vez que Carlos Rey acude al salón internacional de invenciones de Ginebra. Ya lo hizo en la edición de 1994, y consiguió una medalla de oro. Pero reconoce que en esa ocasión participó "con el corazón, dejando a un lado la cabeza". Así, califica el invento que llevó entonces a Suiza de "disparate", un coche con un sistema que lo inclinaba hacia el interior de las curvas, a la manera de las motos. "No tenía un uso generalizado, al alcance de cualquiera, como sí lo tiene el sistema para bicicletas", concede.

Para Carlos, la vida consiste en crear, y en este sentido no hace distinciones entre lo técnico y lo artístico. De hecho, ha expuesto su obra escultórica. "La creatividad es como estar en contacto con algo superior. Lo de menos es donde la desarrolles. Se puede ser creativo hasta en el trato con una persona", explica.

Un ser "mágico"

Para llegar a donde lo ha hecho, Carlos Rey ha contado con la ayuda de varias personas y entidades. En primer lugar, está su socio, Luis Melián, a quien define como "un ser mágico y un verdadero político", y al que agradece su apoyo en todos los órdenes. También destaca la confianza que le ha demostrado el notario José Esteban Beltrán y hace referencia a la empresa Precisión Tinerfeña, que ha colaborado en la construcción del prototipo que se mostró en Ginebra.

La participación española en el salón de invenciones puede considerarse un éxito. Doce inventores recibieron medallas -ocho de oro, cinco de ellas con felicitación especial del jurado, y cuatro de plata-, y también es española la ganadora del gran premio de este encuentro, Celia Sánchez-Ramos, distinguida por su sistema de identificación de personas basado en la biometría ocular.

Como ellos, Carlos Rey es un ejemplo de que la creatividad surge muchas veces al margen de las vías convencionales y de que conviene estar atentos para reconocerla. El riesgo de desperdiciarla es muy alto.