UNA VEZ más ha salido a relucir el controvertido asunto del velo islámico (hijab) como consecuencia de la negativa del padre de una chica escolarizada en un instituto madrileño a desprenderse de esta prenda en el interior del centro, contraviniendo el reglamento interno del mismo, aprobado por el Consejo Escolar, que prohíbe a los alumnos que lleven "gorras u otras prendas que cubran la cabeza", por lo que la chica no fue autorizada a acceder a las clases.

La Consejería de Educación de Madrid ha mediado en este litigio promovido por el padre de Najwa -que así se llama la chica- dando la razón a la dirección del instituto, ya que los padres de los alumnos deben respetar el reglamento interno de cada centro. No obstante, a fin de garantizar el derecho a la educación de la alumna, ha ofrecido a su progenitor la opción de continuar sus estudios en otro centro educativo que sí permite la asistencia con el hijab sin vulnerar ningún reglamento.

Por su parte, el ministro de Educación marcó la postura del Gobierno sobre este tema mostrando su apoyo a que Najwa acuda a clase con el hijab porque, según él, debe prevalecer su derecho a la educación sobre otros factores personales.

Veamos. El derecho a la educación que tiene esta chica nadie se lo está vulnerando, salvo el padre, que en actitud desafiante contra el instituto y su reglamento ha decidido que su hija no asista a las clases si no es con el hijab. Por eso, ha aceptado que acuda a otro instituto, tal como le ha ofrecido la Consejería de Educación.

En España residen ya más de un millón y medio de musulmanes que tienen sus hijos escolarizados en centros españoles. A pesar de que, generalmente, la adaptación a nuestros usos y costumbres no suele plantear problemas, sí han surgido algunos casos de inadaptación o de falta de integración que han dificultado la convivencia escolar: negarse a no querer desprenderse del hijab, a que las niñas hagan gimnasia con el resto de sus compañeros de clase, exigencia de comidas y comedores especiales, incluso protestas de algún adolescente marroquí por no estar dispuesto a recibir lecciones y órdenes de ninguna mujer, por muy profesora que fuera ella. Es decir, diferencias culturales o religiosas que complican la normal convivencia e integración de los niños y adolescentes musulmanes en los centros educativos.

Los musulmanes que, por personal deseo, han decidido emigrar a España deben entender que para integrase y convivir con la sociedad española deben acatar las leyes y normas que rigen en este país pues de lo contrario crearán conflictos. Esto ocurre en todos los países y ellos mismos son los primeros en adoptar esta actitud exigente y hasta intransigente en sus países con las personas que les visitan o deciden fijar su residencia.

"Allá donde fueres haz lo que vieres", dice este viejo y sabio refrán español. España los ha acogido, pero con la condición de que deben respetar las leyes y normas de convivencia exigidas a todos los españoles. Por lo que si en un instituto se prohíbe que los alumnos porten el hijab, deben acatarlo. Pretender imponer una costumbre islámica en nuestra sociedad no es más que un claro ejemplo de la intolerancia islámica en relación con otras culturas. Algunos musulmanes, independientemente del lugar donde residen y bajo las leyes y costumbres que viven, creen que sus prácticas, usos y costumbres han de ser respetados indiferentemente que éstas vayan ya no solo contra las costumbres sociales autóctonas (predominio del hombre sobre la mujer), sino que a veces contra las leyes y normas del país de acogida, como ocurre en este caso.

Concretando. El hijab es algo más que un trozo de tela que las mujeres de origen musulmán gustan (o no) llevar anudado en torno a sus cabezas. El problema surge cuando este velo supone una cesión de derechos, esto es, cuando la mujer se somete a su padre o a su marido renunciando a sus derechos de igualdad para convertirse en un ser inferior al hombre. En cuyo caso debe prohibirse en todos los centros públicos españoles, ya que no respeta nuestra Constitución, que garantiza la igualdad entre hombres y mujeres, así como la no discriminación por razón de sexo. Derechos que resultan muy difíciles de entender por los musulmanes en cuyos países no ha llegado, ni creo que llegue, la democracia.