HOY TRAEMOS a las páginas de EL DÍA una pequeña parte de la gran historia de los Talleres Gurugú. En primer lugar, conviene hacer un comentario sobre el origen de tan peculiar nombre. Se dice que proviene de un bar que con la misma denominación se estableció allí. El Gurugú es un monte cerca de Melilla y en 1921 fue testigo de crudos combates entre la Legión Española y las bandas del rebelde ribereño Abd-el-Krim, conquistando la cima la Legión el 10 de octubre de ese año. Dejemos atrás la historia e introduzcámonos en otra historia, la cual es tan admirable que podemos decir que raya la leyenda.

Los Talleres Gurugú se encontraban en la calle Carmen Monteverde, nº 36 y se componían de varios establecimientos mecánicos dedicados cada uno a una determinada especialidad, como eran torno, soldadura, chapa y mecánica. El conocimiento que tenía cada uno de los profesionales allí reunidos hizo que la fama de los Talleres Gurugú fuera parada obligatoria de todos los usuarios que daban por causa perdida las averías de sus vehículos. Las reparaciones no eran como las que conocemos hoy en día, empleando el sistema de "sustitución"; allí, bajo las hábiles y expertas manos de aquellos artesanos se construía, si era necesario, la pieza dañada, e incluso, si por el contrario se trataba de choques graves, no había inconvenientes en reconstruir todo el frente de un automóvil, guardando escasa similitud el nuevo con el antiguo e inútil paño de carrocería.

En esta saga de personajes que forjaron la historia automovilística de Santa Cruz se encuentra el gran maestro Vilehaldo Castillo Rodríguez (1911-1995). El maestro Castillo, experto soldador y mejor chapista, fue un hombre emprendedor e incluso su amor a la profesión le llevó a transmitir sus conocimientos a su hijo y ayudantes, enseñándoles con paciencia y celo los trucos y secretos de amoldar una simple chapa de hierro en todo un elegante guardabarro, sólo por poner un ejemplo.

De los miles de automóviles y camiones que pasaron por los Talleres Gurugú destacaremos dos ejemplares. El primero de ellos fue un elegante "haiga" cuya carrocería fue construida a mano por el laborioso Vilehaldo Castillo. Es una lástima que no tengamos más datos, ya que sólo se conserva una foto del frontal de este ejemplar que se encuentra a medio camino de la finalización del trabajo, pero la misma nos permite apreciar en su totalidad la admirable labor y gran maña para llevarla a cabo. El morro de este "haiga canario" no tiene nada que envidiar a los Buick o Chevrolet de esos años.

No todo van a ser desconsuelos o recuerdos, pues afortunadamente otra de las mayores obras del maestro Castillo la tenemos en el Mercedes Benz, modelo 170 diésel, de matrícula TF-9194, que cerrado en "rubia" se convierte en un único ejemplar en el mundo con esas características líneas, ya que su carrocería fue totalmente construida por el artesano Vilehaldo Castillo a base de martillo y soplete. Salvo el frente, en nada se parece a los 170 de serie.

Este ejemplar existe y es testigo directo de las manos más expertas que hasta la fecha trabajaron la chapa en Tenerife. Aquel que tenga ocasión de contemplar en alguna exposición el TF-9194 podrá confirmar lo antes dicho. El maestro Vilehaldo transformó la maña del chapista en arte.

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