Al menos 400 personas murieron y alrededor de 10.000 resultaron heridas como consecuencia del terremoto de 7,1 grados en la escala de Richter que sacudió la provincia de Qinghai, en el noroeste de China.

El seísmo, con una profundidad de 33 kilómetros, se produjo a las 7:49 hora local (23:49 GMT del martes), según la Administración China de Terremotos, y su epicentro se localizó a 33,1 grados latitud norte y 96,7 grados longitud este en el distrito de Yushu, en la prefectura autónoma tibetana del mismo nombre, y que tiene una altitud de más de 4.000 metros.

En la ciudad de Jiegu (Gyegu en tibetano), una de las zonas más afectadas por el seísmo, con una población de 100.000 personas y donde se encuentra el gobierno del distrito, el 85% de las viviendas quedaron destruidas, explicó Zhuohuaxia, un portavoz del servicio provincial de emergencias de la zona.

Entre tanto, el Gobierno chino anunció ayer que ya ha desbloqueado fondos para asistir a las víctimas de la tragedia y ha enviado a la zona más de 5.000 efectivos de rescate, incluidos unos 700 soldados, así como personal sanitario que, al cierre de esta edición habían rescatado a más de 900 personas.

Según el subsecretario general del Gobierno de la Prefectura Autónoma Tibetana de Yushu, Huang Limin, que dio las cifras de muertos y heridos, numerosas personas continúan atrapadas entre los escombros en la localidad de Jyegu, a 50 kilómetros del epicentro, informa la agencia estatal de noticias, Xinhua.

El terremoto y las consiguientes réplicas -el Servicio Geológico de Estados Unidos ha registrado seis temblores en menos de tres horas, y cinco de ellos han sido de 5 grados o más- han causado la destrucción de viviendas, templos, gasolineras y centrales eléctricas, aparte de provocar aludes de tierra, cortes de carreteras y del suministro eléctrico y problemas en las telecomunicaciones. Además, una presa ha sufrido desperfectos y los operarios intentan impedir inundaciones.

No obstante, la prensa local aseveró que han tenido lugar al menos 18 réplicas, la más grande de 6,3 grados de magnitud una hora y 36 minutos después del principal seísmo.

El presidente de China, Hu Jintao, y el primer ministro, Wen Jiabao, han ordenado a las autoridades locales que pongan todos los medios posibles para rescatar a los posibles supervivientes.

El viceprimer ministro, Hui Liangyu, se trasladó de inmediato a la región con el objetivo de establecer un centro "ad hoc" que se ocupará de ayudar a los damnificados, prevenir epidemias, vigilar la actividad sísmica y mantener la seguridad pública. A su vez, la Fuerza Aérea China ha desplegado tres portaaviones para transportar a los equipos de rescate y los materiales de asistencia.