ESCRIBÍ hace unas semanas un artículo ponderando la extraordinaria labor cultural que lleva a cabo el Real Casino de Tenerife. Tras haberlo releído con posterioridad, me he dado cuenta de que me dejé llevar por el entusiasmo al ponderar la labor de esa Sociedad en el ámbito isleño, sin que con ello quisiera decir que no haya en la isla otras entidades que desarrollen una labor semejante; incluso más importante, debido a los medios económicos que están a su alcance. Ya mis lectores se habrán percatado de que me refiero a CajaCanarias, nuestra Caja, que realiza a través de su Obra Social una labor divulgativa inconmensurable. Sus salas de exposiciones y sus dos salas de conferencias permanecen constantemente abiertas al público, sin que apenas transcurran unos pocos días entre la celebración de un acto y el siguiente.

Pero donde CajaCanarias va a dar la campanada es en los actos previstos para conmemorar los cien años de su fundación. Un siglo es un siglo, valga la perogrullada, sobre todo cuando a lo largo de tan dilatado espacio de tiempo su actividad ha sido incesante. La entidad chicharrera ha publicado un programa que expone los actos previstos para el año 2010, aunque no me extrañaría nada que se celebren otros que las circunstancias del momento lo permitan. Sin embargo, siendo notables todos ellos, es preciso destacar el dedicado a "Rodin y su época", que actualmente se desarrolla en sus salas de exposiciones.

No era mi propósito escribir un artículo sobre la mencionada muestra, pues no soy crítico de arte ni estoy capacitado para juzgarla. Sin embargo, una frase originaria de Rodin que puede leerse en una de las paredes me decidió a modificar mi propósito. Dice así: "Es feo en el arte lo que es falso, lo que es artificial, lo que pretende ser bonito y precioso, lo que sonríe sin motivo, lo que amenaza sin razón, lo que se arquea o endereza sin causa, todo lo que carece de alma y verdad, todo lo que no es más que alarde de hermosura y de gracia, todo lo que miente". Es en mi opinión una frase reveladora -digna de un hombre que, como Rodin, tuvo la valentía de dejar su trabajo en París para estar dos años en Roma estudiando los entresijos de la escultura, sobre todo la de Miguel Ángel-, puesto que en ella se da a entender que no es preciso ser un versado en arte para distinguir la belleza de la fealdad. En el arte, dejando a un lado las diferentes técnicas que los artistas emplean para realizar sus obras, es absolutamente necesario contar con la opinión de quienes las contemplan. A uno le gusta o no le gusta una pintura, una escultura o un edificio, pero es tan apreciable su opinión como la de cualquier crítico o erudito. Las obras de arte suelen impresionarnos nada más verlas. Los lienzos de Goya, Rembrandt o Dalí nos causan verdaderos, impacto cuando nos enfrentamos con ellos, sin que sepamos a menudo describir las sensaciones que nos producen. El auténtico artista posee un "algo" que imprime en sus obras y que ignoramos cómo nos afecta, pero está claro que la mente humana tiene también un "algo" que le permite captar el mensaje que aquel le envía cuando pergeña su obra. No debemos extrañarnos, por lo tanto, cuando en un museo vemos extasiados ante un cuadro a personas que, por su vestimenta o aspecto, no nos parecen capacitadas para comprender su belleza.

Llegado a este punto -siempre me parece que me enrollo demasiado antes de abordar el tema que me propongo, pero mi mente de novelista no me permite hacerlo de otro modo; que me perdonen los que no me entiendan-, retomo la exposición que se muestra en CajaCanarias sobre Rodin y su época. No sé -aunque me lo imagino- el coste económico que exponer las citadas obras ha significado para la mencionada entidad financiera. La ocasión, su centenario, obligaba a organizar un acto de estas características, en la seguridad de que quienes la hemos visto la recordaremos durante muchos años. Porque no sólo se tiene ocasión de disfrutar de la contemplación de varias obras del escultor francés, sino de otras hechas por algunos discípulos suyos, los cuales, a la vista está, no le iban a la zaga. Para confirmar lo que antes decía sobre la subjetividad del arte, sugiero a los visitantes que observen con detenimiento el comportamiento de los que como él disfrutan de la exposición. Muchos, sin duda alguna, pasarán ante las obras expuestas tras dirigirles unas miradas más o menos apreciativas, pero de pronto alguien, cuyo aspecto no permite relacionarlo como admirador del artista, se detiene ante alguna de sus obras y permanece diez o quince minutos analizándola desde todas las posiciones. Como decía Rodin, la sensibilidad del espectador de turno ha descubierto en lo expuesto autenticidad, naturalidad, verdad, que son al fin y al cabo los factores que definen una autvntica obra de arte.

Felicitar a CajaCanarias por esta exposición sería redundar en lo que ya he expresado en este artículo. No sé quiénes forman la comisión que se ha encargado de la elaboración del programa que conmemora este centenario -el primero-, pero sin duda alguna merece la felicitación de todos los tinerfeños. Utilizando una frase popular, se han volcado, lo que me hace pensar en la segura y extraordinaria calidad de los actos programados para el resto del año. De nuevo, mi enhorabuena.