El Festival Musitemático de La Orotava vivirá mañana una de las jornadas más emotivas de su corta pero intensa historia con motivo del homenaje al tenor de tenores, el canario Alfredo Kraus (1927-1999), al que se recordará en el décimo aniversario de su muerte con una gala lírica dirigida por el maestro argentino Fernando Álvarez.

Discípulo de Ronaldo Rosa y Sergiu Celibidache, Álvarez coordinará este tributo que acogerá el Auditorio Teobaldo Power, precisamente en el año en el que se cumplen dos décadas desde que Kraus hiciera su presentación en la sala de conciertos villera. El repertorio del maestro revivirá en las voces de los cantantes Ignacio Encinas y Maya Dashuk, acompañados al piano por Giulio Zappa. Francisco Kraus, hermano del tenor, será invitado especial de una velada en la que podrán escucharse arias de "La Traviata", "La Bohème", "Lucia de Lammermoor", "Rigoletto" y -como capricho del director del festival, Jairo Núñez, que considera un deber moral acudir a la cita del sábado- "I Capuletti e i Montecchi".

Álvarez, desde hace tres años director de la Antología de la Zarzuela, se muestra rotundo al hablar de la vigencia del considerado mejor tenor lírico-ligero de la historia: "Kraus es sinónimo de perfección vocal en todo el mundo", epítome de "exquisitez interpretativa y máximo exponente del bel canto". Según precisa, forjó su arte "a través de un repertorio que escogió de acuerdo a su capacidad, no porque no pudiera cantar otras cosas, sino porque estimaba que no podía hacerlas con la perfección que él se exigía".

En este sentido, añade, "Kraus era consciente de que el repertorio lírico también debe estar conforme a la personalidad del cantante. Es verdad que vocalmente le iba el personaje de Rodolfo en La Bohème, no así desde el punto vista escénico y psicológico; en cambio, en Werther la adecuación entre personaje e intérprete era total".

Respecto al escenario que acogerá el homenaje de este viernes, Álvarez rescata una anécdota jugosa: "Kraus viajó hace veinte años a Argentina, donde contaba con una asociación de amigos que tenía su sede en Buenos Aires y donde el coro del Colón siempre le ofrecía un agasajo. Recuerdo que entonces me dijo: Vengo de cantar en un teatro con una acústica maravillosa. ¿Dónde?, le pregunté. En Tenerife, me respondió, el Teobaldo Power de La Orotava".

Uno de los maestros de Álvarez, el legendario director rumano Sergiu Celibidache, era conocido por su aversión a la ópera y a los cantantes. "Se había desarrollado en lo sinfónico -explica diplomáticamente su discípulo-. El trato con el cantante es especial, por razones anímicas, psicológicas, musicales, también por las variables que intervienen en la actividad del cantante: los egos, el divismo, la comunión escénica con el personaje y sus avatares, factores que no todos los directores dominan".

"Mi padre era coreuta del teatro Colón, yo soy cantante y puedo entender las peculiaridades de los intérpretes -precisa-. Al fin y al cabo están solos sobre el escenario; solos con su alma, con su personaje. Mi otro gran maestro, Ronaldo Rosa (discípulo de Antonino Votto y de Toscanini, representante de la gran escuela de concertación italiana), hacía un trabajo con el cantante que se asemeja al que el entrenador realiza con el boxeador en elcamarín, diciéndole cómo moverse, cómo atacar esa o aquella nota... Es todo un folclore lo que rodea a los cantantes líricos que es preciso entender. ¿Caprichosos? Sí, pero también digo que cuanto más grande el cantante, menos caprichoso es".

Entre los cantantes que se han ganado la amistad del director argentino está su compatriota, el tenor Marcelo Álvarez, cuyo prestigio salió un tanto malparado tras las accidentadas funciones de "Andrea Chenier" en el teatro Real, de cuyas ruinas emergió como vencedor el tinerfeño Jorge de León.

"No conozco con detalle todo lo sucedido en Madrid -reconoce-, pero sí puedo decir que Marcelo venía de cantar la misma obra en el teatro de La Bastilla en París, bajo la dirección de Daniel Oren y en la misma producción de Giancarlo del Monaco, cosechando ovaciones diarias. Sí sé lo que ocurrió el día que (Marcelo) decidió abandonar tras los dos primeros actos. Esa noche, los cantantes llevaban incorporados micrófonos porque la ópera se emitía en directo por la radio. En el Real, la cabina de sonido se encuentra en la sala, muy cerca del paraíso, donde se habían dispuesto unos bafles; de modo que cuando los intérpretes cantaban, sonaba su voz y simultáneamente el eco procedente de la altura; como consecuencia, el público rompió a protestar al creer que el sonido estaba siendo amplificado".

Cofundador de la compañía Buenos Aires Ópera, Álvarez ha estado muy vinculado al teatro Colón de Buenos Aires, uno de los santuarios de la lírica internacional. Después de cuatro años cerrado por reformas, el coliseo porteño ha cumplido su centenario y afronta una nueva etapa en la que Álvarez será parte activa.

El actual director de la Orquesta Estable del Colón ahuyenta el fantasma de la crisis cuando afirma que "el público sigue yendo al teatro, con un criterio más selectivo, pero demandando espectáculos de calidad": Desde este punto de vista, concluye, "la ópera está más viva que nunca".