1.- La consejera del Cabildo y joven guerrillera de la palabra CruzOval, como tenía que ser: del PSOE, sufrió hace tiempo un desliz en el Cabildo, un lapsus linguae escapado de su piquito de oro, gracias a los indudables encantos de JoséManuelBermúdez, que es pequeño pero guapo y, por lo que me han dicho, despierta pasiones entre la grey femenina. Increpaba, como es su estilo, -que es más Cruz que Oval- al bueno de Bermúdez, cuando de su boca salió la terrible frase que causó el general estrépito exclamativo y la paralización del pleno hasta que cesaron las risas de los allí presentes. ¿En qué estaría pensando Teresita cuando le dijo lo que vamos a contar a su contrincante, que era concejal de Servicios Sociales de la corporación? Le espetó, señalándolo con el dedo y, muy airada, tal cual es su estilo: "Señor Bermúdez, usted que es consejero de Servicios Sexuales de este Cabildo…".

2.- Para qué fue aquello. El salón de plenos se vino abajo. Bermúdez no sabía dónde meterse, pues aunque nadie dudaba, ni creo que dude, de sus capacidades amatorias, ampliamente comentadas en la intrahistoria social de la capital, ninguno de los allí presentes tenía noticias de que la Cruz Oval -más Cruz que Oval- sabía, seguramente por terceras, de sus habilidades, ni tampoco que RicardoMelchior hubiera decidido elevar a la categoría de "Servicio" las dotes donjuanescas de Bermúdez, reveladas ahora por la más combativa luchadora socialista que en este mundo es.

3.- Aclarado el desliz verbal, y convertida la consejería de Bermúdez en social, de nuevo, el pleno continuó, pero ya entre las risitas de los consejeros y miradas de coña a la bella oradora, a la que le resultó difícil reconducir aquello. Seguramente se preguntaba -digo yo- "¿pero en qué estaría yo pensando cuando miraba a Bermúdez para que me traicionara el subconsciente?". A Bermúdez comenzó a jinchársele el pechamen y todo él, bueno, casi todo, hasta el punto de que no cabía en la silla. lo miraba, con ojitos de cordera degollada. (Me han dicho que de estas cosas no se habla en cierto seudoconfidencial elaborado por un indeseable que tendrá que pagar muy caros los insultos, las calumnias y las injurias que profiere cada día en un libelo al que me voy a dedicar muy seriamente, a ver si los meto en la cárcel. Al libelo y al autor).