Un equipo de investigadores ha encontrado nuevas pruebas que corroboran que la extinción masiva ocurrida hace 65,5 millones de años y que afectó a casi el 70 por ciento de las especies, poniendo fin a la era de los dinosaurios, fue provocada por el impacto de un meteorito en la península mexicana de Yucatán.

Esta es la principal conclusión de un artículo publicado en la revista Science, en el que han participado 41 expertos de Estados Unidos, México, Canadá, Japón y Europa, entre ellos Laia Alegret, Ignacio Arenillas y José Antonio Arz, tres investigadores del Instituto Universitario de Investigación en Ciencias Ambientales de Aragón.

La hipótesis de la colisión se propuso hace ya 30 años, cuando se sugirió que un gran meteorito de unos 10 kilómetros de diámetro impactó sobre la Tierra y la energía liberada fue un millón de veces mayor que la generada por la bomba nuclear más grande jamás probada.

En 1991 se descubrió enterrado bajo la península mexicana un cráter de impacto de casi 200 kilómetros de diámetro, el cráter de Chicxulub, cuya edad geológica coincide con la época de las extinciones.

Los científicos de este estudio concluyen que esta hipótesis es "ahora más fuerte que nunca frente a otras teorías alternativas que se debilitan", como la que señala que la principal causa de dichas extinciones fue debida a una actividad volcánica inusual en la zona del Decán (India occidental) que provocó un enfriamiento global y lluvia ácida.

Los investigadores de la Universidad de Zaragoza son especialistas en el estudio de fósiles microscópicos (los foraminíferos), que ayudan a datar las rocas sedimentarias marinas que los contienen y a conocer su profundidad de depósito.

Estos científicos han contribuido a poner fecha a los depósitos relacionados con el impacto meteorítico en el Golfo de México y el Caribe para establecer la relación causa-efecto entre éste y el evento de extinción masiva.

En el artículo se han recogido los resultados que estos micropaleontólogos han obtenido en Europa, Latinoamérica, el norte de África y en diversos sondeos oceánicos, incluyendo la respuesta de las comunidades marinas a los cambios ambientales desencadenados tras el impacto.

Los geólogos utilizan la extinción masiva de especies para definir el final del período Cretácico y el inicio del Paleógeno y se refieren a él como el límite Cretácico-Terciario o límite K-T.

Entre quienes se oponen a esta teoría, un grupo liderado por Gerta Keller, de la universidad estadounidense de Princeton, cuestiona la teoría impactista basándose en el análisis de los sedimentos depositados alrededor del Golfo de México, donde se observaron acumulaciones de diminutas gotas de material fundido (microtectitas) tras la caída del asteroide.

Según estos autores, la edad de los fósiles microscópicos indica que estas microtectitas se depositaron unos 300.000 años antes del límite K-T, demasiado pronto como para que el impacto fuera la principal causa de la extinción de especies.

Sin embargo, José Antonio Arz ha señalado que en este artículo de Science se demuestra que en realidad estos sedimentos coinciden exactamente con el evento de extinción, y fueron depositados en un "tiempo geológicamente instantáneo" (semanas) como consecuencia de los terremotos y grandes tsunamis producidos por el impacto del asteroide de Chicxulub.

Todos los cambios significativos en los ecosistemas de la Tierra se iniciaron en este momento "y, por tanto, el impacto de un gran asteroide en los sedimentos ricos en sulfatos de la antigua plataforma del Yucatán sigue siendo la causa más plausible para explicar la extinción en masa del límite K-T", según sus autores.

Los micropaleontólogos españoles llevan más de 20 años investigando el asunto, y preguntados si este artículo terminará la discusión entre científicos, han indicado que "el 99 por ciento de los especialistas apoyan la teoría del impacto".