La ciclogénesis explosiva que afectó a España el pasado fin de semana fue distinta a la registrada entre el 22 y 25 de enero de 2009, tanto en "su génesis, desarrollo y evolución", como en su trayectoria, según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).

Así, durante los días 26 y 28 de febrero de 2010 se produjo una "profundización muy violenta de una borrasca extratropical" de origen Atlántico, que se profundizó de forma "extraordinaria" frente a las costas españolas, al ser conducida por vientos muy fuertes en altura.

En primer lugar, la borrasca afectó a Canarias y, en su fase de profundización, a parte de la Península Ibérica. Muchas regiones resultaron afectadas en mayor o menor medida por la "virulencia" de los vientos y las rachas huracanadas de esta borrasca. Además, los vientos fueron "especialmente" adversos en el tercio norte peninsular y en zonas altas de montaña.

En cuanto a la trayectoria, la de este año fue de suroeste a noreste con vientos de componente sur muy racheados, mientras que la anterior borrasca muy profunda mantuvo una trayectoria de oeste a este, pasando literalmente por el norte de la Península y del Atlántico al Mediterráneo.

Durante los días 25 al 28 de febrero, las áreas más castigadas fueron Islas Canarias, Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, Navarra, norte de Castilla y León y zonas altas de montaña. "El viento muy intenso y generalizado en muchas zonas con rachas huracanadas fue el fenómeno más significativo y devastador", señala el análisis preliminar realizado por la AEMET, al que ha tenido acceso Europa Press.

Además, el oleaje en las zonas costeras, la lluvia en algunas regiones y el aire cálido desplazado por la baja fueron otros elementos "complementarios y singulares en la situación". Las consecuencias fueron similares al episodio "de carácter tan violento" del 22 al 25 de enero de 2009, aunque ambas se corresponden con una ciclogénesis explosiva, que se define como un fenómeno extremo conocido por la profundización e intensificación de una baja en superficie en un periodo de pocas horas provocado por una interacción con una baja --depresión o chorro en altura-- aproximadamente a 9.000 metros.