ENLAZAMOS este editorial con el final de nuestro comentario del viernes último, y volvemos al comienzo de lo que fue nuestro éxito; es decir, queremos destacar lo que nos ha llevado a ser el primer diario regional en cuanto al número de lectores. Sin embargo, antes queremos hacerles una aclaración a los canarios. Somos el único grupo editorial del Archipiélago que contiene todos los ingredientes de la comunicación. Prensa, con dos diarios en uno (EL DÍA y Jornada); radio, con Radio EL DÍA pisándole los talones a la primera emisora en audiencia de estas Islas, que tiene el apoyo de la nación española; televisión, con EL DÍA Televisión (hay quien asegura que nuestra televisión es ya la primera del Archipiélago por el prestigio y la variedad de su programación); Internet, con un pavoroso número de visitas diarias (parece que hay en Las Palmas un medio que nos supera en pocos miles de entradas, pero nada más); y, finalmente, la productora Nivaria Televisión, cuyo renombre ha quedado acreditado de sobra por los múltiples trabajos realizados en los últimos años. Todos estos componentes del grupo van saliendo adelante a pesar de la precariedad económica que padecemos por culpa de los engañadores socialistas. ¡Qué maldición, qué desgracia le ha caído a España y a Canarias con esta gente! Cuán cierto es ese dicho de la sabiduría popular, acerca de que el perro más fiel es el más apaleado por su amo. Parece que cuanto peor tratan al pueblo español y al canario los socialistas de Zapatero, más apoyo popular obtienen en las urnas. ¿Le gusta al pueblo español que los socialistas le zurren?

En nuestro comentario del viernes hablábamos de las tres grandes infamias que se han cometido contra Tenerife en ese detestable Estatuto de Autonomía. Un texto legal que sus señorías regionales, políticamente aún más detestables porque no dudaron en subirse los sueldos en época de hambre y atacar la libertad de expresión, quieren perdurar para prolongar nuestra vergonzosa situación colonial. Porque eso, dicho entre paréntesis antes de retornar al asunto que nos ocupa, es el fin primordial de este Estatuto: mantenernos como colonia española aunque disfrazados de comunidad autónoma. Cuando Canarias sea una nación soberana estará cabalmente abolido este deleznable Estatuto de Autonomía, y con él desaparecerán las tres ignominias contra Tenerife a que nos referimos. Desparecerá el "gran" delante del nombre de Canaria -sencillamente porque no le corresponde-, desaparecerá el orden alfabético que relega al último lugar a la Isla más importante del Archipiélago y en el escudo oficial de esta Comunidad autónoma, ya para entonces convertida en nación soberana, volverá a figurar el pico de Teide o pico Teide, que es el símbolo universal de Canarias como el Fujiyama lo es de Japón. Así quedará anulada la felonía que en su día cometieron los políticos canariones "grancanarios" con la anuencia de los felones tinerfeños que no quisieron oponerse para que no le pusieran mala cara cuando acuden a Las Palmas. La perpetuación del "gran" es un atropello a la inteligencia, una falta de respeto a los visitantes y tal vez hasta un delito de competencia. Por otra parte, Tenerife tiene que estar en su lugar; es decir, en el vértice del Archipiélago. También carece de sentido que siga vigente el escudo de los perros rampantes lamiendo la corona porque Canarias, como país independiente, no será una monarquía sino una república. No seremos súbditos de ningún rey sino ciudadanos de un país libre y con identidad propia.

AL HABER decidido ilustrar este editorial con las imágenes que ustedes pueden ver en esta página, el texto tiene que ser, a la fuerza, más corto que en otras ocasiones. Por eso queremos aprovechar el espacio que nos queda para invocar a un gran patriota y liberador tanto de su tierra, como de otros países sudamericanos que sufrieron la conquista y el genocidio infligidos por los españoles. Nos referimos a Simón Bolívar. Un militar y un estratega muy inteligente, además de un brillante hombre de Estado, que supo distinguir entre españoles y canarios. O, lo que es lo mismo, que supo diferenciar claramente y con gran acierto entre el pueblo español y el canario: dos naciones distintas por mucho que la Constitución española hoy diga lo contrario.

Confiamos en que el nuevo cónsul de la República Bolivariana de Venezuela, David Nieves Banchs, le exponga al presidente Hugo Chávez y a su Gobierno, en sus relaciones epistolares oficiales y extraoficiales, unos hechos que el actual primer mandatario de ese país debe conocer sobradamente, pues arrancan del propio Simón Bolívar. Hechos que se refieren a la libertad física, geográfica, de pensamiento y de almas de la gente decente que vive en Canarias. Gente entre la que incluimos a los peninsulares de buena voluntad, pero excluimos a los godos prepotentes. Sobre todo a los cuatro godos hediondos de la prensa canariona y procanariona de Tenerife: el tiñoso, el pestilente, el bembón y el traidor a sus compañeros.

VENEZUELA es un país que se sacudió de encima a los conquistadores españoles hace casi doscientos años. Aquellos terribles conquistadores que iban con la cruz alzada y el oído presto para delatar y encerrar en las mazmorras de la Santa Inquisición a los que no comulgaban con sus desmanes. Mazmorras que también tenían en Canarias y en América.

Los Reyes Católicos españoles se apoderaron de esas tierras allende los mares donde vivían personas pacíficas y humanamente más desarrolladas que sus conquistadores, igual que se apoderaron de las fértiles tierras y propiedades de los moriscos, de los judíos, de los celtas y de los íberos. ¿Tendrán razón los catalanes, los vascos y los gallegos al querer independizarse? Lo manifestábamos en nuestro editorial del martes y lo repetimos hoy: tanto la España continental como la España insular son producto de la rapiña. Sentimos decir esto porque creíamos en los españoles, pero nos hemos vuelto atrás por la irracionalidad de sus políticos y dirigentes. Confiamos en que el Comité de Descolonización de los Pueblos de las Naciones Unidas, que deberá decidir sobre las Islas Malvinas, opten la misma postura en el caso de Canarias, pues hay una gran similitud en la situación colonial de ambos archipiélagos. Las Malvinas están a unos 500 kilómetros del continente sudamericano y a 13.000 de la metrópoli británica. Esperamos también el apoyo de la UE, pues en Europa impera la gente inteligente y no los españoles cerrados de mollera. De los políticos españoles que están en Europa sólo salvamos a unos pocos. Por ejemplo, a Joaquín Almunia, Jaime Mayor Oreja o Gabriel Mato.

Un día más insistimos en que la delegación que inicie las conversaciones para acabar con la tiraznía colonial española y alcanzar la independencia debe estar encabezada por Paulino Rivero. Luego el pueblo decidirá, en elecciones libres, si el señor Rivero debe ser el primer presidente de Canarias, o si será otra persona quien ostente dicho cargo.

¿Qué ocurrirá si concluido este año no se han iniciado estas inaplazables conversaciones? Pues ocurrirá lo que tiene que ocurrir. Indudablemente, las armas pueden más que las razones. Por su poderío seguimos siendo españoles a la fuerza. Sin embargo, el pueblo canario dará rienda suelta a sus ansias de libertad y reclamará su derecho a volar libre. Su derecho a ser un pueblo digno, con identidad propia, y a administrar sus propios recursos. Lo más absurdo que puede ocurrirnos cuando concluya este año es seguir siendo siervos de los españoles, por mucho que esta situación sea del agrado de quienes aman la españolidad de esta tierra. Citamos de nuevo a los españolistas y españolistos, a los nacionalistas tibios de todas las temperaturas, a los teóricos y a los carteristas políticos que meten la mano en los bolsillos del pueblo para saquearlos.

Si para entonces Canarias no es una nación libre, surgirá irremediablemente la desobediencia civil, fiscal, educativa, ciudadana y ojalá que no roce la judicial, lo que entrañaría una violencia indeseada y que repudiamos. En ningún país y en ninguna situación como la actual que padecemos la justicia puede ser injusta ni estar influida por la política. Sería el colmo que la justicia fallara. El nuevo estado canario mimará y exigirá una justicia justa, valga la redundancia.