AUNQUE suelen atribuírsela a otros personajes, fue Abraham Lincoln el autor de la frase "Podrás engañar a todos durante algún tiempo, podrás engañar a alguien siempre, pero no podrás engañar siempre a todos". Sólo un juego de palabras bonito. En realidad, existen personas capaces de engañar a muchísima gente durante mucho tiempo. Y no estoy pensando sólo en Rodríguez Zapatero, aunque también. Posee el presidente del Gobierno una envidiable capacidad para convencer. Algo de lo que carece, por ejemplo, Mariano Rajoy. El líder del PP resulta poco creíble aunque esté diciendo la mayor de las verdades; el secretario general del PSOE, en cambio, trasmite confianza incluso cuando miente descaradamente. Bien es cierto que a la mayoría de los españoles no hace falta embaucarlos en uno u otro sentido. La mayoría de los españoles caminan por la vida con ideas políticas preconcebidas, y así les va.

¿Cuántos de los aproximadamente diez millones de votantes del PSOE volverían a hacerlo si dedicasen media hora a meditar sobre lo que Zapatero dijo que ocurriría con el empleo, los impuestos, las relaciones internacionales, etcétera, y lo que realmente ha sucedido? De forma análoga, ¿cuántos seguirían confiando en Rajoy tras analizar el comportamiento de un titubeante jefe de la oposición, que prefiere esperar cómodamente la caída de Zapatero, aunque eso suponga una sangría económica para España, en vez de encabezar él mismo el movimiento que ponga fin al desastre?

A veces, empero, surge un ejemplo demasiado evidente para desestimarlo sin más. Acaso por coincidencias de la vida, ese ejemplo, ese molesto grano en su rostro siempre impasible, sonriente y talantoso, le ha salido a Zapatero en una isla llamada Lanzarote, el lugar de sus últimas vacaciones. Sin embargo, Aminatu Haidar no es ningún grano. Todo lo contrario. Debería darnos vergüenza que una mujer de cuerpo frágil -aunque con alma de hierro- sea capaz de enfrentarse a Marruecos, mientras que el Gobierno de un país con 46 millones de habitantes es vejado, humillado y sometido por el vecino del sur o del este, según miremos desde la Península o Canarias. "Lo importante es el interés general", le dijo Zapatero a los periodistas en la fiesta de la Constitución. A qué interés se estaría refiriendo. ¿Al suyo, al de su partido o al que le dicta a Moratinos el Gobierno de Rabat? "España debe elegir entre convivir con Marruecos... o convivir con peligros que pueden tener consecuencias sobre su porvenir y el de Europa", nos acaba de amenazar un íntimo amigo de Mohamed VI a cuenta del caso Haidar. Y Zapatero, callado. Qué referencias más meritorias para alguien que dentro de unos días asumirá la presidencia europea, aunque sea por orden alfabético. ¿Qué sucederá cuando Marruecos entre por las buenas -o por las otras- en Ceuta y Melilla, o cuando declare formalmente que las Islas Canarias son suyas? Después de todo, ya nos tienen pintados del mismo color en su mapa. ¿Qué sucederá?, insisto en preguntar. ¿Sucederá que alguien volverá a hablar en Madrid de intereses generales? De hecho, ya prima un general interés para que Ceuta y Melilla carezcan de estatus especial en la UE, y lleva primando mucho tiempo para que no se trace la mediana marítima entre Canarias y Marruecos. ¿Será capaz el Gobierno de Zapatero de seguir engañando a tantos tanto tiempo?