El arte-educador mexicano Emilio Lomé participa por segundo año consecutivo en el Festival Internacional del Cuento de Los Silos. En esta ocasión, ha traído hasta el municipio norteño "Los cuentos de Apapachonia", una fábula que el contador ideó tras su trabajo con niños enfermos terminales y que hoy ofrecerá, a las 19:30 horas, en la sala Pérez Enríquez.

El narrador procedente de Chiapas aseguró que el festival silense es "famosísimo" y lo catalogó como "un espacio paradigmático de la narración de cuentos conocido en toda Iberoamérica".

¿Qué propone al público con su espectáculo?

"Los cuentos de Apapachonia" tratan sobre la historia de dos reinos y sus gentes teniendo en cuenta que el apapacho es una acción de generar afecto, como un abrazo o una caricia. Esta idea nació a partir de mi trabajo con niños en hospitales, donde pude comprobar que los enfermos terminales generan endorfinas, por cuestiones bioquímicas, que esperanzan a las personas. Así, al contarles cuentos y cantarles canciones se genera una expansión orgánica que hace que el enfermo se esperance. A esta acción la empecé a llamar apapacho, que en México significa afectividad.

¿Qué experiencia se lleva de sus dos participaciones en el festival?

Es muy positiva porque se genera un espacio de convergencia en el que los narradores convivimos y se forma la ciudadanía imaginante. Aquí los contadores aprendemos que la imaginación es una herramienta de transformación social y personal.

¿Cuándo comenzó su vocación por dedicarse al público infantil?

Llevo veinte años trabajando con los niños como arte-educador a través de la literatura, la música, la danza, el teatro y los cuentos en el sistema educativo público y privado mexicano. Desde hace tres años investigo sobre los efectos del arte sobre las personas y sociedades en el proyecto "El arte como herramienta de sanación sociocultural"

¿Qué conclusión ha sacado de este estudio?

El estudio revela que las endorfinas son la droga de la alegría y la esperanza que segregamos cuando somos niños de forma natural pero, de adultos, las dejamos de producir y las buscamos fuera, con lo que le damos pie a la industria del narcotráfico. Así, para la segregación de endorfinas los cuentos son un elemento fundamental. El problema es que el sistema que propicia el consumismo nos hace olvidar estos factores naturales y nos hace entrar en una carrera de ratas a buscar lo mejor de lo material y se nos olvida la parte humana.

¿Cree que la educación es la clave para un futuro mejor?

Sí, pero otro tipo de educación. Los paradigmas educativos deben cambiar, la tribu de Wall Street no puede seguir determinando los modelos educativos del mundo, tal vez haya otras maneras y eso lo estamos investigando en Chiapas y Guatemala donde estudiamos un modelo más humanista.

¿Cree que la gente es consciente de la importancia de la cultura para el desarrollo social?

Sí, porque la cultura se da desde abajo hacia arriba. Esto lo he comprobado hace poco en países de América Latina donde veo que la política se desvincula y en el seno de la sociedad existen muchos vasos de comunicación como la música o los cuentos.

¿El poder político desconoce la importancia de fomentar el sector cultural?

En México conocen la importancia de la cultura, pero saben también que es muy peligroso que haya ciudadanía pensante, consciente e imaginativa. Un ciudadano imaginativo es peligroso porque cuestiona, y en los países latinoamericanos se controla mucho el imaginario, se lee poco, y es que un ciudadano que conoce tiende a tener una postura crítica.

¿Cree que la narración oral va ganando seguidores?

Sí, porque es un espacio de esperanza. En México acabamos de pasar la epidemia de la Gripe A y cuando nos vimos obligados a estar una semana encerrados tuvimos que recurrir a la imaginación para pensar que la vida tiene un sentido. Desde ese momento, en México la gente ha empezado a buscar en los espacios culturales oxígeno vital que la tele ya no le da con las noticias de los narcos y los tsunamis económicos y humanos. Además, se ha incrementado la afluencia de público en ferias de libros y sesiones de cuentacuentos.

¿Cree entonces que la epidemia fue un punto de inflexión?

Sí, ahora veo en México una generación de transición en la que estamos recuperando la identidad que necesitamos para saber que hay una esperanza. Ya no se cree en la política, sino en los ciudadanos e imaginar es necesario para una revolución de la creatividad.