El rascacielos de la capital tinerfeña, emblemático edificio de 23 plantas que hasta hace unos años ostentaba el mérito de ser el más alto de la Isla, está a punto de culminar sus obras de mejora, principalmente pintado de su fachada y algunos arreglos en el interior.

Al margen de la discusión y el debate suscitado por el color elegido para este referente de la avenida Tres de Mayo y de Santa cruz, "esta operación de lifting en las alturas" está cambiando la cara a casi medio siglo de historia.

Olga Baute Estévez, miembro de la junta permanente de la comunidad de propietarios, reconoció que después de tantos años transcurridos desde la construcción de un edificio "tan singular" y ante la ausencia de una reforma anterior, "ya era hora de retocarle la cara". Los trabajos comenzaron en octubre del año pasado y la previsión es que culminen en enero próximo.

Baute cree que este proyecto es una oportunidad para adaptar el inmueble a los tiempos que corren, imprimiendo un toque de modernidad que lo integre en su entorno, el más moderno de la ciudad.

El propósito era pintar y adecentar el edificio. Debido a lo que conlleva una estructura de estas dimensiones y al carecer de un proyecto se eligió entre cuatro propuestas y tres colores diferentes. Sólo se están pintando y restaurando algunas esquinas, aunque la sorpresa ha sido que después de tantos años "el edificio está en perfectas condiciones".

La obra va lenta, reconoce la representante de la comunidad de propietarios, porque se dedican a ella dos personas, aunque ya sólo queda una parte de los balcones para acabarla. Por medio de este proyecto se ha incorporado un nuevo elemento a la fachada, que consiste en unas láminas de aluminio que recorren la parte central y en cuya instalación se han empleado más de 42.000 tornillos para garantizar su sujeción.

A lo largo de los más de 45 años de historia este inmueble ha superado las inclemencias del tiempo y momentos especialmente intensos como el paso de "Delta" y el 31-M. "Esto es un mérito", reconoce orgullosa esta vecina.

Para llevar a cabo la actuación se pidió ayuda tanto a instituciones públicas como privadas, "pero ese dinero no llegó y lo debimos asumir por nuestra cuenta". El coste global de esta reforma está cercano al millón de euros, que se ha cubierto con los propios ingresos de la comunidad, además de una derrama de entre 250 y 300 euros por vivienda para la pintura. "Con esta actuación le vamos a dar 50 años más de vida al rascacielos", valora Olga Baute. Además, explica que este edificio tiene en la actualidad 164 viviendas, a razón de siete por planta, al margen de los locales comerciales, y que "es todo un lujo y un privilegio poder vivir aquí, sobre todo para quienes están en la parte alta, por las vistas que observan".

Otras obras de mejora que se están llevando a cabo "son el muro seco o instalaciones cortafuego", acordado según informe de Bomberos, "además de renovar toda la instalación eléctrica, que ha salido una millonada", pero con lo que se ha resuelto que se haya pasado de consumir gas butano a energía eléctrica. Además, están otros arreglos como los jardines y las zonas comunes, "gasto que se asume con los ingresos de la comunidad, tanto por la aportación de los vecinos como por el alquiler de locales o por publicidad".

Sin embargo, muchos proyectos se han quedado por el camino debido a la crisis, aunque el pintado, que está a punto de terminar, le imprime no sólo una nueva imagen sino la esperanza de que siga siendo referente en la ciudad.