"Antes de ser cantautor ya era un pesimista en potencia", comenta el músico del rostro serio. Un bohemio de los escenarios que ha acabado por aceptar vivir en un universo cultural algo enclenque, un laberinto artístico en el que Javier Krahe (1944) se siente cómodo. El artista madrileño ofrece hoy, a partir de las 20:30 horas, en el Espacio Cultural CajaCanarias de Santa Cruz de Tenerife un "rompecabezas" sonoro con letras que susurran historias femeninas, crónicas cotidianas y excentricidades. Música en estado puro. En la escena un buen letrista (Krahe), un guitarrista y un contrabajista que persiguen emociones desde la sencillez.

¿Por qué teniendo tantas cosas que lo unen (al menos artísticamente) a Joaquín Sabina, usted es menos comercial que él?

¿Por los gustos de la gente? (ja, ja, ja)... Supongo que él gusta más que yo. Otra cosa es que yo descubra si Joaquín Sabina me gusta o no. ¡Es broma, Sabina es bueno!

¿Está conforme con lo que tiene?

Sí que lo estoy, además, ahora ya es tarde para estar cambiando. Mis necesidades vitales son distintas a las de una mayoría. Hago canciones y cada equis canciones me sale una que incluso llega a ser conocida por un número importante de personas. Nunca quise llenar grandes estadios. Prefiero mantener a mi lado a aquellos que siempre han estado ahí. Por ellos sigo haciendo esto. Me he pasado una vida cantando, es decir, que supongo que algo habré hecho bien, ¿no?

¿Es difícil fidelizar a un público?

Hacer música desde ideas literarias no gusta o, por lo menos, no es lo más rentable. Las personas que se interesan por lo que hago sí valoran ese esfuerzo y el humor con el que trato historias de mujeres, mi visión de la vida o la muerte u otras excentricidades. A mi público le agrada que cuide mis letras, que sea irónico, que siempre haya una frase con la que reír...

¿Nos estamos obsesionando más de la cuenta con la crisis del sector artístico y las "conquistas" de las nuevas tecnologías?

La crisis industrial es real. Cada día que pasa se venden menos discos y hay síntomas que no nos permiten ser demasiado optimistas, pero en el tema de internet y las tecnologías puede que se esté emitiendo un discurso que puede marear.

¿Y culturalmente, España está tan mal como lo pintan?

Hoy interesa vender un alarmismo cultural que siempre es exagerado. Dicen que los jóvenes no leen o su formación muy deficitaria, pero no nos planteamos que, igual, dentro de dos años esa misma persona ha podido arreglar sus carencias con estudio. "Robe", de Extremoduro, ha escrito una novela ("El último viaje de la locura") y, según él, no es un hombre con una amplia formación literaria. El pesimismo es mucho más fácil de vender que las ilusiones.

¿Para ser cantautor es necesario tener una formación pesimista?

No lo sé (sonríe). Depende del cantautor. En mi caso, por ejemplo, yo antes de ser cantautor ya era un pesimista en potencia.

¿Pero se puede ser optimista con la que está cayendo?

Las cosas no están bien y la gente lo que quiere es que se tomen decisiones valientes que no favorezcan siempre al sector financiero. Están deseando que los que lo deben arreglar hagan cosas que cambien sus vidas.

Algunos definen a Javier Krahe como un cantautor culto.

Eso es algo que me tiene sin cuidado. Vamos, que no me importa demasiado. Ser un cantautor culto ni me agrada ni me disgusta. Primero deberían que definir bien qué es un cantautor culto. ¿Un cantante culto? ¡Qué cosas inventan!

¿Se considera un "retratista" de historias?

Los músicos buscamos referencias en la sociedad constantemente y es cierto que mucha gente se acerca a mí para contarme lo bien que he retratado a la sociedad. Si es verdad que son capaces de ver todas esas cosas en mis letras mal andamos (sonríe), porque hay días en los que no me reconozco.

¿Cómo define su espectáculo y qué es lo que trae a Tenerife?

Estoy yo, con un guitarrista y un contrabajista. Eso es lo que llevo a Tenerife. Hay un racimo de canciones e intento improvisar sobre la marcha. El espectáculo crece a partir de una idea. En un concierto soy confuso, pero los conciertos suelen acabar bien.