La primera tormenta de este otoño registrada en el Norte de Tenerife derivó en la peor riada que se conoce desde hace 41 años. Los barrancos recuperaron su propia esencia de ríos desbocados que se llevaban por delante vehículos, enseres y lodo, concretamente, los de San Felipe, El Cerrudo y La Raya, en el Puerto de la Cruz, La Orotava y Los Realejos. El dramatismo de aquel mes de noviembre de 1968 se reprodujo en aquellos vecinos que veían cómo sus vehículos eran arrastrados por la corriente en los barrancos de San Felipe y San Antonio para desembocar en Playa Jardín. En algo más de tres horas los municipios afectados por el temporal quedaban incomunicados, y las carreteras, presas del lodazal, agua, piedras y rocas.