Cada fin de semana, entre jueves y sábados, cientos de jóvenes de la capital tinerfeña pasan su tiempo de ocio practicando el botellón, consumiendo alcohol y otras sustancias en plena vía pública. Al año, son más de 1.000 los sancionados por la Policía Local en diferentes puntos, vigilados por un dispositivo especial de la Unipol y el servicio operativo ordinario.

Este despliegue se ubica entre el aparcamiento del Parque Marítimo y la avenida Francisco la Roche, así con en la calle La Marina, Residencial Anaga y la antigua terraza del Jet-Foil, donde, por estar más próximos a núcleos de población, las principales quejas surgen por el ruido de la música de los coches y los gritos.

Juan Francisco Márquez González, subcomisario de la Policía Local, reconoce que la zona "más sensible" es el Parque Marítimo, pero se trata de un fenómeno difícil de erradicar "por su carácter itinerante", pues explica que "cuando se disuade de un lugar, como en la plaza de los Patos, se van a otro".

El botellón supone un efecto nocivo para la ciudad, ya que tras su paso quedan cantidades ingentes de restos y desechos. La proliferación de la práctica en Santa Cruz puede estar vinculada a la falta de una oferta de ocio más amplia que llegue a todos los sectores, así como por constituir una fórmula de ahorro, ante los precios de algunos locales que no están al alcance de todos los bolsillos.

El subcomisario Márquez explica que en estos operativos, los agentes, al margen de levantar acta, "también hacen una labor informativa con los jóvenes, poniéndolos al corriente de que es una práctica prohibida", siguiendo la filosofía de las campañas formativas, "pero cuando hay que intervenir se interviene, porque hay quien se lo toma bien y quien no. Ha habido actas por el consumo de otras sustancias estupefacientes, principalmente hachís y cocaína, aplicando en estos casos diligencias por tenencia ilícita de drogas".

A pesar de que la presencia policial se ha incrementado, "no se ha logrado erradicar del todo". "Suelen ser jóvenes en torno a los 18 años -explica el policía-, que protagonizan las concentraciones más importantes en verano, cuando se suma un problema paralelo: el movimiento de coches y el riesgo de accidentes".

"Los operativos no se realizan con un afán recaudatorio", puntualiza Márquez, quien explica que "se trata de una medida preventiva con una presencia continua, con una vigilancia exhaustiva y que quienes practican el botellón se percaten de que estamos ahí, como componente disuasorio". Cada fin de semana se levantan unas 20 actas, aunque puntualmente se supera el medio centenar, lo que supone al año más de un millar. Cada joven sancionado debe hacer frente a lo estipulado en la ley, que contempla sanciones de hasta más de 15.000 euros, a pesar de que el consumo de alcohol se considera infracción leve. "No quiere decir que se le vayan a aplicar multas de este calibre", reconoce el subcomisario, quien sí precisa que la media a abonar "ronda los 100 o 150 euros", y a partir de ahí, "sube, según aspectos como la reincidencia".