UNA LEY, próximamente en trámite parlamentario, acabará con el porno en abierto en las televisiones. España es el único país del mundo que tolera esta práctica abusiva de sexo público, al alcance de los menores y en ocasiones con espectáculos que pueden ser calificados de soeces.

Como impropios son ciertos mensajes ligados al sexo que se prodigan en estos programas, que en tantas ocasiones suponen la única fuente de ingresos de televisiones locales digitales, de financiación complicada.

No somos nosotros individuos de moral pacata, pero el espectáculo de cada noche en algunas cadenas locales es realmente lamentable. Muchos menores ven esas películas sin clase, sin estética alguna y sólo con el sexo como negocio, ya que los televidentes llaman a un teléfono de pago, excitados sin duda con lo que están viendo, demandando contactos y no precisamente por amor.

Esa ley se hace absolutamente necesaria. Quien quiera ver películas calificadas como "X" podrá hacerlo, pero de manera codificada y abonando su importe a las televisiones de pago. No hay otra solución. De lo contrario tienen un buen recurso en los videoclubes, pero es impresentable que el único negocio de ciertas cadenas en abierto sean estos bodrios que perturban a nuestra infancia y a nuestra juventud. Sencillamente, están fuera de tono y no ayudan a la educación de los niños. Todo a su tiempo, no a destiempo.

Otro aspecto que debería regular la ley son los abominables concursos nocturnos, mezcla de erotismo barato y de premios ridículos por acertar palabras y frases aún más ridículas. Seguramente serán un pingüe negocio para las cadenas porque son pocas las que no han recurrido a tan espantoso sistema recaudatorio.

La programación de ciertas televisiones de ámbito local deja mucho que desear. Mientras que algunas ofrecen cultura y entretenimiento, las más soportan una programación abominable, mercantilista y absurda, sin contenidos que ayuden a mejorar la sociedad a la que dicen servir.

No somos partidarios de la intervención estatal en los contenidos de un medio de comunicación, por supuesto. Faltaría más. Pero sí apoyamos la abolición del porno en abierto, la regulación de los concursos nocturnos para crear riqueza engañosa y también, cómo no, demandamos un mayor cuidado cuando la programación se encuentra al alcance de los niños, hacia los que hemos de derivar cariño y formación y nunca violencia; ni siquiera, por supuesto, violencia sexual, como se aprecia en algunas de esas impropias películas porno.