NO VOY A HACER aquí una reseña o recensión del libro "Hijos de la Logse" (Toromítico, 2008) de Francisco Robles -que vale la pena leer, porque, de manera acertada, analiza las claves para entender y superar el fracaso educativo-. Más bien voy a tratar de desarrollar un caso práctico en relación con las consecuencias de nuestro sistema educativo.

El caso real más reciente es "la batalla de Pozuelo de Alarcón", en la madrugada del sábado al domingo 6 de este mes, donde, como se sabe, resultaron diez policías heridos y veinte personas detenidas -siete de ellas menores-, tal vez todas adolescentes: la adolescencia, en la actualidad, se prolonga de manera indefinida.

Con respecto a la causa de estos incidentes, determinados miembros del Gobierno y de la Comunidad -qué poco me gusta esta palabra- así como los principales líderes sociales, manifestaron diversidad de opiniones -como en los toros-; aunque más o menos todos coincidían en que tales hechos se debían a la elevada ingesta de alcohol y al efecto contagioso de la agresividad; los provocadores estaban en un macrobotellón, con motivo de las fiestas patronales. El dictamen que más me impresionó fue el de la señora ministra de Sanidad y Política Social, doña Trinidad, que aseguró que lo ocurrido fue "un problema de orden público" y subrayó que las fuerzas de seguridad intervinieron para hacer cumplir la ley -lo dejó claro-. Esta señora apenas hace un mes ponderaba la madurez del pueblo español, lo que facilitaría prohibir fumar en los espacios públicos. A ver si ahora se le va ocurrir impedir beber alcohol en los bares, cafeterías y salas de fiesta.

Sin duda alguna, no se puede generalizar, porque el fenómeno "botellón" se da en una buena parte -pero no en toda- de la población joven y no tan joven, tanto de uno como de otro sexo; pero que hay que tener muy en cuenta, porque se ha extendido como un modo de evasión de fin de semana a casi todo el territorio nacional, con el agravante de que cada vez se incrementa más el número de participantes más jóvenes.

A mi modo de ver, este fenómeno es un síntoma, o una manifestación, de un problema o una constelación de problemas bastante profundos y severos -de carencias o de hastío vital- que padece una porción considerable de los jóvenes y adolescentes españoles. Podría ser consecuencia de un sistema educativo esencialmente permisivo y lúdico, que no les exige esfuerzo, ni disciplina, ni respeto por nadie y con un alto grado de brotes de conflictividad escolar. Otra de las causas podría ser el sufrimiento producido por tantas disfunciones familiares -peleas, divorcios y falta de afecto con los hijos-, lo que deja secuelas muy dolorosas y nada fáciles de curar.

Por otro lado, el panorama económico, social y cultural que estamos viviendo es francamente deprimente: se respira un profundo y evidente malestar. Hay un sector de la sociedad y de la clase política, orquestados por determinados medios de comunicación, que tratan de desechar valores esenciales para una connivencia pacífica y valiosa, como el sentido de la vida, el sentido del trabajo y el sentido del amor. A la vez que se prescinde de la dimensión trascendente o espiritual de la persona, lo que lleva a un vacío existencial que contribuye a que esa parte de la juventud trate de ahogar esas carencias atiborrándose de alcohol, de drogas, a lo que se añade una fuerte dosis de violencia gratuita.

Dicen que la mayoría de los menores implicados en el incidente de Pozuelo son de buena familia y chicos con excelentes notas. Entonces: ¡peor todavía!, porque no considero su agresividad producto de una calurosa noche de verano, ni de los excesos de una parranda juvenil, sino de una mala educación de años; de lo que son culpables tanto sus padres como el relativismo moral y cultural del propio sistema educativo en vigor.

Estos chicos, como tal vez la mayoría de sus padres, son "hijos de la Logse". Prueba de ello es que, ante el irrisorio o benevolente castigo que les impuso la magistrada competente por el desastre que hicieron -durante tres meses a las 10 de la noche en casa-, enseguida los padres recurrieron la sentencia o fueron a "reclamar", como en el colegio, en el instituto y, ahora creo, que hasta en la universidad. Se necesita un plan de enseñanza con sensatez, un mayor apoyo a la familia, trabajo digno y promover aquellos valores universales y trascendentes que hagan posible una vida que valga la pena.

* Orientador familiar y profesor emérito del CEOFT

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