HAY UNA FAMOSA cita que viene a decir "si me engañas una vez, tuya es la culpa. Si me engañas dos, la culpa es mía". El cierre de la financiación autonómica, que deja a Canarias en el furgón de cola de las comunidades autónomas del Estado, por debajo de la media en recursos adicionales y en financiación total por habitante , no es más que la finalización de un proceso en el que los que tienen la fuerza de los votos han conseguido lo que querían. Cataluña, que recibirá casi un 65% más por ciudadano que la media del resto de las comunidades, ha logrado otra victoria histórica en su senda hacia la independencia fiscal que es el camino más recto hacia la soberanía política.

Pero existe otra lectura del acuerdo de financiación de comunidades autónomas menos coyuntural y más trascendente. José Luis Rodríguez Zapatero ha apostado no sólo por garantizarse los votos de Cataluña y Andalucía a través de una generosa lluvia de millones. La transferencia a las comunidades del 50% del IRPF y del IVA y del 58% de los impuestos especiales es una señal clara e inequívoca de su apuesta por un Estado federal donde los recursos financieros y poderes de la administración central serán cada vez más menguados y las competencias del Gobierno central serán cada vez más reducidas y circunscritas a aquellas materias que sean efectivamente de carácter federal.

La delegación en Canarias del PSOE de Madrid -antiguo Partido Socialista de Canarias- tendrá que empezar a taparse el trasero con la elaboración de un nuevo discurso. La sección más radical del ala frenopática, que al escucharme hablar hace meses del camino hacia la soberanía fiscal de Canarias no dudó en embarrancarse en acusaciones de independentismo político, ha vuelto a quedar con las vergüenzas expuestas porque sus compañeros catalanes y sus jefes en Madrid han hecho verdad lo que he venido reiterando una y otra vez. El Estado está cambiando. No es que lo cambie Canarias, que no tiene ni la fuerza ni la voluntad, es que nos lo están cambiando delante de nuestras narices.

El Archipiélago canario reúne todas las condiciones geográficas y sociales para que sea tratado por Madrid y Bruselas de una forma completa y radicalmente diferente al territorio continental en materia económica y fiscal. Es ésta una verdad esencial que solo aquellos muy ciegos pueden negarse a ver. Primero, porque es parte de nuestra historia. Porque la trayectoria vital de la sociedad de Canarias ha sido la de las libertades comerciales y las exenciones fiscales, unos instrumentos que provocaron el desarrollo y el progreso de las Islas (bien es cierto que con un sistema de distribución de la riqueza más que discutible). Y segundo, porque quienes viven lejos del continente, con un territorio fragmentado y limitado y con escasez de materias primas, obligatoriamente deben aprender a vivir de aquellas ventajas para las que están mejor preparados y adaptados; comercio, turismo, exenciones fiscales?

La reforma del Estatuto de Autonomía de Canarias fue asesinada en las Cortes en medio de un vergonzante silencio y desinterés. La Ley Orgánica de Transferencias a Canarias (la LOTRACA) decayó en un espectáculo parlamentario surrealista, también en Madrid, digno de una comedia de los hermanos Álvarez Quintero. Y las negociaciones para conseguir más financiación han terminado -a pesar de los esfuerzos, las cumbres y las negociaciones- dejándonos más bien en el tramo de los ciudadanos de segunda división.

Pero es que tenemos que cambiar el disco. Ya no se trata de que "nos den" más dinero. ¿Qué clase de pueblo es el que vive permanentemente en el discurso de la limosna, de la subvención y la súplica? Lo que debemos afrontar en Canarias es una renovación que nos devuelva nuestro orgullo y nuestra identidad; aprender a vivir del fruto de nuestro trabajo y nuestras aptitudes. Hay que acabar con nuestra permanente caminata al comedor social de los desfavorecidos del Estado, al albergue europeo para la indigencia ultraperiférica. Tenemos que adelgazar nuestras administraciones, acabar con la abulia pública, gastar menos dinero en administrar el dinero de todos los ciudadanos, regresar a las libertades comerciales, rebajar la presión fiscal y las figuras tributarias y encontrar de nuevo el camino de aquellas Islas capaces de comerciar con el mundo, de recibir mercancías y gentes de todo el mundo.

Los ciudadanos de Cataluña han conseguido que el dinero que se produce en su país se quede en su país. Ni un euro para la caja común del Estado. Ni quieren dar ni quieren recibir, por más que hasta ahora hayan recibido una lluvia de millones de euros. Y esa batalla ha sido ganada con la fuerza de los votos pero, sobre todo, con la unidad de todos los partidos catalanes que comparten la aspiración de la máxima soberanía, entre los que incluyo al Partido Socialista de Cataluña. En Canarias no tenemos un partido socialista "de" Canarias, sino una sucursal, y los propios nacionalistas somos incapaces de aparcar diferencias personales o políticas para suscribir una hoja de ruta común, capaz de forjar un proyecto claro, diáfano y beneficioso para esta tierra.

Fuimos una tierra amordazada de silencio. Hoy, sin mordaza, somos un desierto de voluntades. Los problemas no están fuera, están dentro. En nuestra falta de unidad, en nuestra incapacidad para determinar entre todos los que viajamos en estos siete barcos de piedra, un rumbo que nos lleve a buen puerto. En estas naves atlánticas nos pasamos la vida discutiendo quién debe llevar el timón, pero no hacia donde nos llevan los vientos del cambio en los que vamos navegando a ciegas. La nuestra no es una lucha por todos, es una pelea intestina, una lucha de egos, una pelea de patio de vecinos para saber quién acabará quedándose con los restos del naufragio.

* Alcalde de Santa Cruz de Tenerife y diputado en el Parlamento

de Canarias