NO TODO funciona igual en este Archipiélago nuestro. Parece como si en Tenerife, y sólo en Tenerife, coexistiesen dos maneras de entender lo que la Isla necesita para su inaplazable desarrollo que, al menos, la sitúen con los mismos fundamentos diseñados hacia futuros irrenunciables, no para pasados inútiles, que han catapultado a las demás islas a equilibrios que no han comprometido, en ningún aspecto, a las próximas generaciones. Salvo algunos ejemplos, fruto de la desmedida especulación practicada desde finales de la década de los cincuenta del siglo pasado, lo cierto es que los actuales cabildos han protegido como oro en paño gran parte del territorio y hoy apenas quedan franjas donde construir adecuadamente. El Gobierno canario también se ha subido al carro de la sostenibilidad y, según lo que está a la vista, nuestra tierra se ha salvado de perecer engullida por el cemento, aunque, con los pies en la tierra, no hay que olvidar que nuestra economía depende de esta materia. Y esta realidad es la que divide a la sociedad, separación que ha conducido a estúpidas movilizaciones que han tratado de influir en el retraso de obras públicas imprescindibles, frenando así un desarrollo tinerfeño estancado demasiado tiempo. Aquí todo se ha empantanado a raíz de esas opiniones cruzadas, algunas de las cuales, por supuesto respetables pero no compartidas, persiguen, con alharacas tintadas de estalinismo, la detención del tiempo y la vuelta al uso de las alpargatas. Es verdad que no ha existido información exhaustiva por parte de los políticos ineptos de turno. Pero las rectificaciones técnicas han dejado las cosas en su sitio, aunque, no sabemos por qué, continúan las controversias. Será cuestión de consignas procedentes de los gulag locales.

Hemos escrito aquí mismo, hasta caer en la reiteración, que determinadas obras no admiten más dilaciones. Los empresarios tinerfeños andan más que preocupados (en estas fechas ostensiblemente) por la marcha de estas necesarias infraestructuras. Y casi todos estamos de acuerdo en que se debe desembocar en una unidad de actuación. La dejadez y los miedos de ciertos políticos a que un lagarto protegido les monte un cirio deben dejar paso a una actividad real y sin complejos, tomando ejemplo de los otros complejos que se vienen desarrollando en la isla de La Palma y de los que la mayoría de sus habitantes se sienten orgullosos. No es para menos. Y es que en la Isla Bonita se trabaja sin trabas, con ilusión y con respeto al entorno. Es la isla verde por antonomasia, Patrimonio Mundial de la Biosfera por la Unesco desde el año 2002. Pero también es la isla del desarrollo de las infraestructuras públicas, de las carreteras, de los puertos, de las actuaciones hidráulicas, de las mejoras en el saneamiento insular, de las grandes inversiones... Obras y obras para el territorio más verde del Archipiélago y continúa siendo el territorio más verde del Archipiélago. ¿Cómo demonios ha podido suceder esto? Simplemente, buenos y eficaces políticos palmeros se empecinaron en conseguir compensar las desigualdades históricas entre islas, lograr un desarrollo sostenible y asegurar un máximo respeto al medio ambiente. Todo comenzó en 1998. La Palma de entonces a la actual ha experimentado un salto tan cualitativo que ni sus afortunados habitantes acaban de creérselo. Pero no queda aquí la cosa.

Los bagañetes, que son los habitantes de Tazacorte, acaban de llevarse otra importante sorpresa: el nuevo acceso al puerto, que también será vía de circunvalación al casco urbano, ha sido incluido en el convenio de carreteras como obra prioritaria. La financiación será estatal con un coste de 21 millones de euros. Se ejecutará en 24 meses... sin ninguna concentración estalinista.

¿Y en Tenerife? De vergüenza. La pasada semana se enfrentaron en Granadilla las facciones del "sí" y del "no" al puerto. Energúmenos que están en contra de la instalación complementaria a la de Santa Cruz manifestaron espontánea y democráticamente, que los otros, los que estaban a favor, eran unos fachas (nadie es un facha por decir "sí" a una obra), con lo cual contribuyen, con pasión enfermiza, a que ese distanciamiento entre opiniones siga alejándose cada día con el indeseable perjuicio a todo lo que aquí hemos descrito someramente y que no es sino aquello que interesa a una gran mayoría. Aunque para conseguirlo no haya otra solución que pisar un trozo de sebadal.