Los tinerfeños de todas las épocas siempre hemos visto en el Teide un símbolo definitorio de nuestra Isla, de esta tierra isleña cuyas características tan peculiares han contribuido, incluso, a modelar nuestra forma de ser. Su magnificencia y su increíble belleza, aunque nos resulten cotidianas, no dejan de sorprendernos y emocionarnos cada vez que contemplamos ese perfil grandioso que a lo largo de los siglos ha sido reconocido como un verdadero referente atlántico.

Estos son sentimientos que también comparten todos aquellos foráneos que tienen la oportunidad de acercarse hasta nosotros y descubrir las innumerables singularidades que acompañan a la emblemática montaña. Todos esos extraordinarios valores paisajísticos, geomorfológicos, faunísticos, florísticos y científicos son los que le otorgaron la declaración de Patrimonio Mundial por parte de la UNESCO. Fue en junio de 2007, durante la sesión internacional celebrada en Nueva Zelanda, cuando tan importante organismo galardonó la candidatura presentada por nuestro país.

En todo caso, alcanzar esa meta no fue una tarea en modo alguno sencilla ni tampoco carente de obstáculos. Se hizo preciso un enorme esfuerzo desplegado por muchas personas para difundir la relevancia de la propuesta y para recabar y garantizar los apoyos necesarios que permitieran que la candidatura pudiese competir en las debidas condiciones con las restantes propuestas. No hay que olvidar que otros países también habían presentado sus propias alternativas, cada una de ellas merecedora sobradamente de lograr la designación. Por esa razón hay que mostrar profundo agradecimiento a quienes colaboraron de forma estrecha y se empeñaron con tenacidad en conseguir el objetivo que nos habíamos propuesto.

Mañana, lunes, está previsto que se haga efectiva la entrega del diploma acreditativo por parte de la embajadora de España ante la Unesco, en un acto que tendrá lugar en el centro de visitantes del parque nacional y que estará encabezado por el presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero. Se trata, sin duda, de una cita que ha de llenarnos de orgullo a todos los isleños. Y también de responsabilidad, porque aunque se trate de un bien compartido por el conjunto de la Humanidad, somos nosotros los encargados de protegerlo y de cuidarlo.

De hecho, estoy convencido de que nadie como los propios tinerfeños es más consciente de las virtudes que posee el Teide y de la necesidad de preservarlas como un tesoro auténticamente insustituible. Por ese motivo sería más que razonable que las competencias efectivas sobre este espacio recayeran en el Cabildo de Tenerife, la institución más representativa de nuestra Isla, que además posee los conocimientos y los medios indispensables para llevar a cabo esa labor de conservación y de mejora de un lugar realmente extraordinario.

El Teide se ha convertido en el tercer espacio natural español reconocido como Patrimonio Mundial, junto a Doñana y, para orgullo de todos los canarios, también Garajonay. Además, los tinerfeños también podemos añadir la satisfacción de contar con una declaración similar para La Laguna, cuya significación histórica y urbanística ya fue premiada hace casi una década también por la Unesco.

Este volcán, inmenso en todos los sentidos, continúa alentando nuestra existencia y erigiéndose en referencia de nuestra tierra.

* Presidente del Cabildo de Tenerife