NINGUNO de los objetivos que la Política Agraria Común se propuso en un principio se está cumpliendo, seguramente por un desconocimiento total de la realidad de lo que pasa en el campo.

1. La garantía de alimentos sanos y saludables para la población europea. Sólo la mitad de lo que se intenta se ha conseguido, esto es, que a los productores europeos, al menos los españoles, en una marabunta de normas de calidad, seguridad alimentaria y animal, nos han llevado a realizar inversiones millonarias para adaptar las producciones a todos estos protocolos y normas impuestas desde Bruselas y los ministerios (nosotros sí hemos cumplido la primera parte), pero después nos encontramos con que con los intercambios con que pactan los países a través de la OMC nos llevan a competir en un escenario de deslealtad comercial con países en los que no se cumplen los distintos tratados medioambientales (Kioto), de sanidad alimentaria e incluso no se respetan los derechos humanos, ni por asomo los de los trabajadores. Y en este escenario cualquier bandolero puede importar productos que no cumplen con las garantías sanitarias que sí cumplimos los españoles y que ponen en riesgo la salud de nuestras familias. El resultado: hambre y miseria para los menos favorecidos en esos países, sobresaltos cada dos por tres en la cesta de la compra, preocupados todos por la salud de nuestros hijos, pérdidas millonarias que nadie compensa a los productores españoles y destrucción de empleo y abandono de los pueblos, pero con la contrapartida de bandoleros cada vez más ricos.

2. Garantizar el nivel de vida en el medio rural. Nada más lejos de la realidad. En cada reforma se trasvasan fondos de las ayudas PAC al pilar de desarrollo rural, pero esas ayudas pocas veces llegan al agricultor (planes de mejora, modernización, incorporación), y si lo hacen es tras años de espera y con compromisos que en muchas ocasiones sólo los que más tienen y no viven en los pueblos pueden asumir; los parques, jardines, auditorios, centros de salud, etc., están muy bien, siempre y cuando en los pueblos haya personas que los puedan disfrutar; año tras año vemos cómo va descendiendo la población en los pueblos; el resultado: obras en algunos casos faraónicas de las que en un corto período de tiempo nadie disfrutará y ayuntamientos endeudados cada vez más, con cada vez menos vecinos para hacerles frente, pero con la contrapartida que los bandoleros podrán volver a veranear al pueblo al que abandonaron con más infraestructuras de calidad.

3. Garantizar el nivel de renta de los habitantes del medio rural. Para eso, desde el principio, para percibir las ayudas se debería haber exigido habitar en los pueblos de forma permanente, han sido los "cazaprimas" los que se han llevado el 80% del presupuesto, cobrado y gastado en la costa o las grandes ciudades, grandes inversiones de dinero de la construcción que, de alguna manera, había que bloquear. Consecuencia: los agricultores de verdad no pueden competir en el mercado de la tierra y por tanto no se ha podido ampliar las explotaciones para adaptarlas a las nuevas formas de cultivo, además de tener que soportar el intrusismo, sobre todo en productos hortofrutícolas que vendían a cualquier precio, arruinando a miles de agricultores de verdad y destruyendo millones de jornales tan necesarios en el medio rural carente de otra industria que no sea la agroalimentaria, con la contrapartida de que en el campo se solucionaron muchos problemas de exceso de dinero de los bandoleros.

Y en este escenario asistimos, día tras día, a la subida de los combustibles, el doble que hace un año; de los fertilizantes, el triple que hace un año; de las semillas, el doble que hace un año; de los fitosanitarios, el triple que hace un año; mientras lo que producimos los agricultores españoles mantiene su precio de cara al consumidor.

Los agricultores estamos siendo atracados en dos ocasiones, una al vender nuestros productos y otra cuando vamos al supermercado; así es imposible continuar con la actividad, cualquier empresario necesita una rentabilidad mínima en su empresa y nosotros no somos menos. En esta situación, o los gobiernos europeos y español toman medidas serias, como la puesta en marcha de la ley de márgenes comerciales, contratos territoriales, ayudas directas, investigaciones serias del Tribunal de la Competencia, control en las aduanas y exigencias sanitarias y de etiquetado a los productos importados, que nos permitan seguir trabajando en lo que nos gusta y viviendo donde queremos, además de salvarles el expediente a su fracasada PAC, o en pocos años estaremos en manos de importadores que nos darán de comer lo que quieran y como quieran, y nos lo comeremos en las capitales porque los pueblos estarán totalmente abandonados, pero, eso sí, con unas infraestructuras de todo tipo maravillosas, para que en la UE presuman de desarrollo rural.

* Secretario de Organización de UPA Canarias