La situación es grave y el peligro inminente. Muy pronto, la ciudad de La Laguna podría perder para siempre los restos supervivientes de un callejón de más de cuatrocientos años de antigüedad, situado en pleno centro histórico. Su ubicación exacta y existencia han pasado completamente inadvertidas para varias generaciones de laguneros y numerosos historiadores. A quienes revelé su existencia, mostraron su sorpresa y, pasmados y apresurados, me pidieron que les señalara dónde se encontraba el callejón del siglo XVI y así verlo con sus propios ojos.

Verlo no es tan difícil, aunque está oculto detrás de un muro, que lo hace invisible para los peatones que pasan junto a la entrada a diario. En realidad, cuando uno sabe donde está, lo difícil es evitar preguntarse por la historia escondida tras el muro y averiguar por qué el callejón cayó en desuso después de tres siglos. Hoy sobrevive apenas una cuarta parte, que está entre las casas número 3 y 4 de la plaza de la Concepción.

Tan desconocido es el callejón, que su nombre no figura desde hace décadas ni en las guías históricas, ni tampoco en los libros recientes de historia urbana de La Laguna. Y es tan invisible para los viandantes, pero tan invisible, que uno tiene que inspeccionar el muro detenidamente para creerse que detrás sobreviven los vestigios de un callejón que nació pocas décadas después de la fundación de la ciudad en 1496.

A falta de una minuciosa investigación documental en el archivo municipal, la información que ofrecemos es fragmentaria y tentativa, circunstancia que sólo se disculpa por la gravedad de la situación. En estos momentos, el inmueble número 4 de la plaza de la Concepción, al que pertenecen los vestigios del callejón, está siendo sometido a una importante reforma. El futuro del callejón del siglo XVI es incierto. Por tanto la opinión pública y el ayuntamiento deben buscar una solución que permita, por una parte, no perjudicar los derechos del nuevo propietario del inmueble y, por otra, la adecuada preservación del espacio ocupado por los restos del callejón para el disfrute de laguneros y turistas.

El callejón Ciego, como lo llamaré provisionalmente, fue tapiado después de 1850 por ambos lados, el de la calle Herradores y el de la plaza de la Concepción. Así debió permanecer, pero con su recorrido intacto, hasta hace unos cuarenta años, cuando fue dividido entre las propiedades colindantes. Según nos informó el dueño de una de las casas contiguas al callejón, la división se realizó con el beneplácito del ayuntamiento siendo alcalde Francisco Marcos Hernández (1969-1971).

El resultado de la división es el actual: por el lado de la calle Herradores el callejón desapareció completamente; por el lado de la plaza de la Concepción el edificio moderno con el número 3 construyó sobre su parte del callejón, mientras que los dueños del inmueble contiguo (número 4) levantaron un nuevo muro. Por eso, lo que hoy sobrevive del callejón es la mitad de la mitad; como una especie de tarta rectangular que fue cortada en cuatro grandes trozos y de la que ya se han comido tres.

Como lo que sobrevive es la mitad de la mitad se comprende por qué el muro entre los inmuebles 3 y 4 de la plaza es tan estrecho y resulta casi invisible para los viandantes.

Descubrí la existencia del callejón Ciego hace once años no en la calle, sino en los libros de historia. Entonces investigaba la cartografía antigua de La Laguna. En el plano de 1588, levantado por Leonardo Torriani, estudiaba las numerosas calles pequeñas, callejones, pasajes y serventías creadas durante el primer siglo de la ciudad. La mayoría desaparecieron con el correr de los siglos. Pero una calle misteriosa atrajo mi atención. Estaba situada en el centro de la ciudad y desembocaba en la plaza de la Concepción. Pensé que se trataba de un error. Creí que Torriani se confundió y dibujó una calle próxima, hoy llamada Antonio Zerolo, un poco más arriba de su posición. Pero, Torriani también dibujó la calle Antonio Zerolo y en su lugar exacto. Por tanto no cabía duda: se trataba de dos calles distintas. Además, para Torriani, la calle Antonio Zerolo y la calle misteriosa eran del mismo ancho. Incluso un callejón cercano, el de Maquila, también figura en el plano con una anchura similar a las otras dos calles.

Aunque sabía que no era un hallazgo fiable ni definitivo, mi asombro fue mayúsculo cuando comprobé que la calle misteriosa aparecía también en los planos de Le Chevalier (1779), los anónimos de 1814 y 1831, y en el de Pereira y Ruiz (1855). En estos cuatro planos, la calle misteriosa presentaba siempre un ancho parecido a las de Antonio Zerolo y Maquila. No podía ser un error. Días más tarde, acompañado por mi profesor de Egiptología, descubrimos el muro entre las casas 3 y 4 de la plaza, y concluimos que la ubicación del muro coincidía exactamente con la calle misteriosa en el plano de Torriani y en los demás.

En la actualidad, el callejón de Maquila y la calle Antonio Zerolo miden 3,15 y 5,50 metros de ancho respectivamente, y el muro del callejón Ciego mide 1,40 metros. Pero si recordamos que en los planos entre 1588 y 1855 las tres calles presentan una anchura similar, el callejón Ciego pudo tener 3 metros de ancho como mínimo.

Otro dato importante. Tanto el callejón Ciego como la calle Antonio Zerolo tenían casi la misma longitud: 40 metros. Así que las casas entre la calle Herradores, el callejón Ciego, la plaza de la Concepción y la calle Antonio Zerolo formaban una manzana casi cuadrada (32 x 40 metros). Circunstancia que confirma la regularidad urbanística buscada por los fundadores al trazar las calles de La Laguna a lo largo del siglo XVI. Por eso, el nacimiento del callejón Ciego no fue un simple accidente.

Después de 1855 el callejón Ciego nunca volvió a aparecer en los planos de La Laguna. No se mencionó en el plano anónimo de 1860, ni tampoco en el de la brigada topográfica de 1874. Por tanto, hasta la década de 1850 el callejón debió cumplir una función muy precisa que explica su permanencia: comunicar a los vecinos de Herradores con la pila de agua situada en la plaza de la Concepción. De hecho, el callejón desembocaba casi frente a la pila según sugieren los planos anteriores a 1855.

Es cierto que el abastecimiento de agua a la pila fue problemático desde su instalación en torno a 1530, lo que provocó que fuese llamada plaza de la Pila Seca. No obstante, se trata de una hipótesis, el callejón Ciego pudo servir a los mesones y vecinos de la parte final de la calle Herradores como una vía de acceso rápida y directa a la pila de agua en la plaza de la Concepción. Pero, ¿por qué cayó en desuso? Aunque algo generales, señalaremos dos factores importantes. Primero, desde mediados del siglo XIX más ciudadanos del centro comenzaron a disponer de una toma de agua potable dentro de sus casas, lo que hacía innecesario (y hasta insalubre) irla a buscar a la pila pública o sacarla de pozos y aljibes privados. Y segundo, también a partir de la década de 1850, las plazas de La Laguna, como ocurrió en otras ciudades europeas, se convirtieron en espacios públicos modernos, acondicionados como lugares de contacto con la naturaleza, paseo y sociabilidad.

En efecto, sabemos que la pila pública instalada en la plaza de la Concepción desde el siglo XVI fue trasladada a la plaza de la Junta Suprema en 1872. También sabemos que la plaza de la Concepción sufrió importantes obras de urbanización y embellecimiento en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX. Todavía permanecen dos símbolos de las obras: el torreón modernista obra de Antonio Pintor y la araucaria. Por tanto, quizás como consecuencia indirecta del avance de las políticas higienistas en las ciudades del siglo XIX, el callejón Ciego perdió su principal función, cayendo en desuso y siendo tapiado por ambos lados.

Una causa directa de su cierre pudo ser el alineamiento de las casas nuevas contiguas al callejón. Tanto la lectura de los libros de actas del ayuntamiento desde el siglo XVI como un análisis de las primeras fotos del casco histórico en el siglo XIX demuestran que los edificios no siempre estaban en línea recta, sino que la construcción de una casa nueva podía comerse algunos centímetros de calle. Así existe la posibilidad de que, dado que el callejón Ciego no era una vía principal, la construcción de nuevas casas colindantes entre los siglos XVI y XIX pudiera haber menguado su anchura. Y como resultado, el callejón Ciego se hizo cada vez más estrecho, convirtiéndose progresivamente en una serventía.

Aunque si se prefiere una explicación más peregrina, siempre nos quedara la versión de un vecino colindante, quien nos contó que un dramático asesinato dentro del lúgubre callejón provocó su cierre.

Además de invisible y ciego, hasta el nombre del callejón es por ahora desconocido. Si imitásemos la terminología empleada en las tazmías de la isla de Tenerife del siglo XVI, quizás fue oficialmente conocido como "la calle que sale de la plaza de Nuestra Señora de la Concepción a la calle de los Mesones" y popularmente llamado "la calleja que va a la pila seca". Sin embargo, lo realmente urgente no es ni conocer su nombre, ni determinar su tipología (calle, callejón, calleja, serventía, etc.), sino que la opinión pública conozca la existencia menguante del callejón y su futuro incierto.

Aunque hoy la superficie superviviente apenas ocupa 20 metros cuadrados (13,5 x 1,4 aprox.), su existencia plantea un serio dilema al ayuntamiento. Como es de sobra conocido, la UNESCO declaró a La Laguna en 1999 Patrimonio de la Humanidad por la relevancia histórico-artística de su trazado urbano, es decir, por la manera novedosa en la que la ciudad fue planificada y sus calles y manzanas delineadas. Como demuestra sin ninguna duda el plano de Torriani de 1588, el callejón Ciego formó parte de la ciudad original del siglo XVI y además estuvo en uso durante más de tres siglos.

Esto significa que los restos del callejón Ciego no son inmundicia que puede eliminarse alegremente, sino una verdadera reliquia arqueológica de cómo se diseñó el espacio urbano de La Laguna hace más de cuatrocientos años. En otras palabras, el callejón es una rareza espacial similar a la curva de la calle Carrera entre la plaza del Adelantado y la calle Viana. Ambas rarezas son igual de curiosas, históricas y dignas de preservación.

Por lo tanto, más allá de sus diminutas dimensiones, los vestigios del callejón Ciego son un símbolo que servirá para medir el grado de compromiso del ayuntamiento en la defensa del casco histórico y, sobre todo, de las razones esgrimidas para solicitar a la UNESCO la declaración de Patrimonio de la Humanidad.

¿Cómo preservar los restos del callejón? Primero, el ayuntamiento debe llegar a un acuerdo con el propietario del inmueble número 4 de la plaza de la Concepción y recuperar el espacio superviviente del callejón. Segundo, encargar una prospección arqueológica. Tercero, acondicionar el callejón. Cuarto, acristalar la entrada para evitar el acceso a su interior, pero permitir que sea visible desde la acera. Quinto, pintar un trampantojo sobre los muros de las casas que rodean al callejón y así crear la ilusión óptica de profundidad, como si el callejón continuase hasta desembocar en la calle Herradores. Y sexto, colocar un panel informativo con su historia, incluyendo una reproducción del plano de 1588. Esta solución sencilla y simbólica, cuyo costo no sería elevado, permitiría convertir el callejón en una curiosidad urbana para los turistas sedientos de cultura y anécdotas que visitan La Laguna.

Además, esta solución serviría para homenajear la historia de nuestra ciudad y, frente a la Unesco, demostraría que el ayuntamiento sigue comprometido con la defensa de las razones sobre las que se apoya el título de Patrimonio de la Humanidad.

Y por último pondría a La Laguna a la altura de otras ciudades que recientemente han rehabilitado o recreado pequeños y atractivos vestigios de su historia urbana. Como, por ejemplo, los pasajes de hierro y cristal del siglo XIX en París, las serventías y callejones del centro histórico de Boston o el Time Landscape en la ciudad de Nueva York, que reproduce el bosque de la isla de Manhattan a comienzos del siglo XVII.

Como la claraboya en la Mazoria de Italo Calvino, la preservación de los restos del callejón Ciego nos abriría una ventana etérea hacia una ciudad diferente y en el pasado, donde caminaron mercaderes, hidalgos y clérigos, hombres amancebados y prostitutas, musulmanes y judíos, cristianos viejos y nuevos, labradores y aguadoras, bachilleres y milicianos, lavanderas y lecheras, ilustrados con peluca y tapadas? Aún siendo tan minúsculo hoy, incluso dentro de ese callejón circuló el aire bubónico de la peste que devastó La Laguna en 1582.

Preservando los restos supervivientes del callejón del siglo XVI, el ayuntamiento demostraría a laguneros, canarios, turistas y a la UNESCO que la defensa de nuestro patrimonio histórico no es un callejón sin salida.

* Historiador y doctorando en Sociología por la Universidad de Harvard (EEUU)